sábado, 15 de diciembre de 2018

Musicoterapia en El Palmeral


Chiquito y vestido de feo, con una voz desproporcionada a su estatura, concentraba la atención de los que con silla o sin ella aprendíamos de mayores a valorar la zarzuela.

Por arte de magia Magnolia, animadora de la residencia, hacia aparecer, con un ruido de música que parecían cañones orquestados, a un grupo tras otro.

Los mayores presentes nos dejamos llevar por la música y todos los monitores, con cara de contentos, veíamos  como nos movíamos en los asientos al compás de la música. Difícil de entender la letra de las canciones pero la música te atrapaba.

Más que un festival se estaba haciendo un taller de musicoterapia. Buena idea la de El Palmeral dónde entienden que la vida no termina porque seas mayor, estés con una enfermedad crónica o no te acuerdes de las cosas. La vida es vida, sea cual sea tu condición, estado de salud o edad. Y hay que vivirla. El personal joven ayuda también a ello, a que los mayores sigamos valorándonos.

¡Bravo! gritamos mientras aplaudimos a los que vestidos a la moda de la Edad Media se mueven con sus abanicos o capuchas de dolor y luto.

Buena señal. Enseñarnos  que tras la apariencia de tristeza siempre está la llamada a vivir. No importa el vestido, ni la gorra, ni la edad ni las arrugas. Importa tus genas de vivir y la mezcla de personal joven que nos empuja. Todo ello hace de El Palmeral una copia a seguir.

“Fiel espada triunfadora que brillas en mi mano... Brilla tizona de fino acero… que a tu luz quiero hallar la sombra de mi fortuna”.

“Belén. Campanas de Belén”…, “Ande, ande, ande, la marimorena”,... “Va también una burra cargada de chocolate”..., “Coge mi zambomba coge mí mandil”... Y a mí llegan los dulces recuerdos de aquella... que nunca olvidaré. Pues llegó esa voz cariñosa que nos dice: Alegría, alegría, alegría. Llegó Navidad…


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