El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.
Cada uno es artífice de su propia ventura.
Como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles.
El andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos.
Al bien hacer jamás le falta premio.
El amor nunca hizo ningún cobarde.
Nunca fue desdichado amor que fue conocido.
Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
No desees y serás el hombre más rico del mundo.
El sueño es el alivio de las miserias para los que las sufren despiertos.
La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu.
En el arte de la marinería más sabe el más simple marinero, que el mayor letrado del mundo.
Por la calle del «ya voy», se va a la casa del «nunca».
Más valía un «toma» que dos «te daré».
La abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen.
El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre.
Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se sienten bestias.
Aún entre los demonios hay unos peores que otros, y entre muchos malos hombres suele haber alguno bueno.
La ingratitud es hija de la soberbia.
La alabanza propia envilece.
Nada hay más pequeño que un grande dominado por el orgullo.
¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!
Donde una puerta se cierra, otra se abre.
Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.
Para todo hay remedio, si no es para la muerte.
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