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domingo, 27 de octubre de 2019

Conversación de tres amigas por whatsapp


“Es cada es más necesario que la verdad y, con relación a ella, todo lo demás no tiene más que un valor de segundo orden” -Nietzche-
Para conquistar la verdad hay que sacrificar casi todo lo que es grato a nuestro corazón. El servicio de la verdad es el más duro de todos los servicios“ 
-Nietzche-


- Diría que hoy día la verdad en sí no importa y se prefiere sólo lo que parece demostrarse, sin más. ¿Para qué complicarse?
- La verdad tiene muchas caras y todas pueden ser verdad, depende de las circunstancias y el contexto en el que se produce...
- Ese es un tema recurrente. Tu verdad puede no ser la mía.
- Cierto. Lo malo es cuando se quiere demostrar mintiendo lo que no es verdad. A sabiendas, claro.
- Buenos días, desde la sierra de Guadarrama. En relación a la mentira, esta puede  tener  un recorrido muy largo pero de difícil retorno, aún cuando se quiera volver con la verdad, ya se creo la desconfianza, la “descepción”... y todos los “des” posibles.
- Es un precio totalmente injusto que paga quien menos se lo merece.
- ¡¡¡Qué envidia sana de viajera!!! ¡No te olvides mandar fotos! Pero creo que tiene más  recompensas  en la vida el que confía que el que miente... la vida nos devuelve lo que le enviamos al universo.
- No estoy yo tan segura, yo que he vivido más y he visto más. En esta sociedad parece ser inversamente proporcional. Pero mejor siempre creerlo así, cosa que aplaudo. Si alguna vez pudiese ver lo que dices te lo diré encantada y alegre de que suceda.
- Mejor creerlo así, ¡Pensamiento positivo ante todo! Ahora en breve  montaré  en avioneta para ver líneas de la sierra.
- Me alegro que lo estés pasando bien, esos momentos dan energía para el día a día.
Estoy de acuerdo de lo bueno del pensamiento, pero hay que ir con cuidado porque de esa buena voluntad es la que aprovecha los depredadores y a ti te deja en clara vulnerabilidad.
- Cierto, andar siempre "al  loro", ser "buena, pero no tonta"…




sábado, 15 de junio de 2019

Falsa bandera


El 15 de febrero de 1898, saltaba por los aires el destructor norteamericano Maine, fondeado en la bahía de La Habana. Hoy en día aun se discuten las causas que originaron aquella explosión. ¿Accidente, sabotaje, ataque de los rebeldes cubanos, de los españoles? Tal vez nuca se sepa y, la postre, da igual. Lo que sí conocemos son las consecuencias: una guerra entre Estados Unidos y España que acabó con la pérdida de la última colonia española en ultramar.

Este tipo de situaciones “confusas” se han repetido desde tiempos inmemoriales en la Historia. Unas veces la evidencia se impone, otras se quedan como argumento ideal para novelas y películas que alimenten teorías de la conspiración más o menos fundamentadas.

Quizás estemos ante un nuevo episodio. Escenario: el estrecho de Ormuz; incidente: el ataque a dos petroleros japoneses por parte de desconocidos. Un ataque que coincide con la visita del primer ministro nipón a Teherán, en un intento de rebajar las tensiones diplomáticas entre Estados Unidos e Irán. No han pasados más que unas horas para que aparezca ya un video -de bajísima calidad-, en el que parece que Guardias de la Revolución retiran una presunta bomba o torpedo sin explotar del caso de uno de los barcos y se dan a la fuga. Dando por real ese hipotética prueba, quedaría demostrada la implicación iraní en el incidente.

¡Qué fácil encajan las piezas! ¿no?

Los historiadores llaman “ataques de falsa bandera” cuando un país se hace pasar por otro para perpetrar una agresión. Puede que este sea uno de ellos. Pero cuando ocurren siempre conviene preguntarse quién gana y quién pierde en esta crisis. Naturalmente, nadie tiene todas las respuestas, pero sabemos que de momento, una de las consecuencias es la consabida subida de los precios del petróleo. Y siempre que suben los precios el dinero acaba en los bolsillos de los intermediarios.

Lo dice el refrán: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.




lunes, 21 de enero de 2019

Ingenuos...


Cambió de armario y dejó todo su contenido sobre la cama. Una a una repasó todas sus blusas y fue tirando en una bolsa aquellas que tenían el cuello o los puños un poco pasado. Y vio como sus bragas y medias no le hacían feliz.

Y comenzó a pensar cómo conjugar el orden la armonía, la limpieza y la austeridad en su nuevo armario. Había escuchado unos criterios procedentes de la nueva cultura japonesa y quería ver cómo implantarlos en su casa.

Y poco a poco se fue dando cuenta de quien, en esto como en todas las cosas, no es lo mismo predicar que dar trigo, no es lo mismo lanzar una teoría qué ponerla en práctica, tomando una vez más conciencia de que detrás de cada teoría había una marca comercial que impulsaba su venta.

En aquel momento se arrepintió de haber tirado un armario, que apenas hacia año y medio había comprado, por dejarse llevar por una propaganda bien planificada.