Mostrando entradas con la etiqueta comunidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comunidad. Mostrar todas las entradas

viernes, 20 de julio de 2018

Grupo de amigos


Aquella tarde, en el círculo de amigos que solemos reunirnos una vez al mes, descubrí, o mejor, tomé conciencia de que hay personas que se toman muy en serio que su vida solo puede ser vivida plenamente sí está en conexión y relación con los demás.

Aquellos amigos -que en reuniones anteriores poco habían hablado- se sintieron tocados por una serie de problemas y vicisitudes que habían pasado en su barrio, con dos familias que ya estaban rayando en la extrema pobreza. 

Eran conscientes que, a pesar de su historia y de su debilidad, todo muy bien nacido tiene autoridad sobre el mal, en la medida que no se deja que el odio, el engaño, la violencia y similares se apoderen de ellos, haciéndoles vivir en un círculo cerrado.

Tenemos que luchar contra nosotros mismos porque siempre existe en nuestro interior la tentación de poner nuestra confianza en el dinero, en la imagen, en el poder, en tal o cual partido, en estar a la última en la tecnología, en tener al día todas las seguridades.


Eso sí. La mayoría no piensa como uno y es inútil empeñarse en convencerles. Tiempo perdido. Es cosa de seguir adelante, de saber que contamos con el apoyo de ustedes si fuese necesario y así, poco a poco, sanar las heridas y expulsar las sombras de nuestro barrio.

Me gusta el planteamiento de vida de estos amigos y llevo unos cuantos días pensando qué podría hacer yo para unirme a ellos. A lo mejor ya lo estoy sin ser consciente de ello.



jueves, 23 de noviembre de 2017

Juntos (y revueltos)

Para ti, amigo/a desde los foros y/o grupos de la red.

Libres. Con ese sentimiento mágico que da la libertad. Como ave que vuela sin ataduras. Como agua que corre serena por los barrancos y se mezcla en el mar con otras que también llegan.

Grandes. Con la perspectiva que se ve desde una montaña. Abiertos al horizonte. Abrazando en vivo las estaciones que se van sucediendo -especialmente, la primavera-.

Buena gente. Como el pan nuestro y recién hecho que nos acompaña cada día en la mesa del hogar. Como el calor del hogar cuando uno regresa lleno de problemas o interrogantes.

De altura. Estirados/as. No para contemplarte superior a los demás ni para mirar por encima del hombro, ni mucho menos para ver a los demás como aprendices tuyos. Alto/a, con los brazos abiertos, dirigidos al cielo, relajado, como quien se sacude la pereza extendiendo y tensando los músculos del cuerpo, sacudiéndose los problemas para, saltando por encima de ellos, seguir subiendo la montaña.

Blanco, como las rosas blancas. Del color de la limpieza, la blancura de la casa siempre atendida, las sábanas limpias secándose al sol, un corazón abierto que se ofrece a los demás.

Así, entre otras cosas, deseo que seas tú, amigo de los foros donde participo y que me lees dando tu opinión o en silencio; a ti, que recibes también la mía. Sean de donde fueren, hayan corrido lo que hayan podido, tengan esta costumbre u otra. Sabiendo que cada uno como isla separada no funciona, sino que toda isla, abierta al mar, está en comunión con las otras.

Veloces y acogedores como el aire y como el viento. Abrazados en uno, pues eso: somos uno. Ya de América Latina, ya viniendo de África, ya quedándose en cualquier lugar de España. Vamos y venimos, cada uno con sus canciones, sus costumbres. Nosotros somos Colombia, País Vasco y Andalucía. Somos los mismos con el nombre de Canarias, Aragón, Cataluña, Galicia o Madrid. Nuestras fronteras se han ensanchado; tanto, que ya no se ven, ni aparecen en los mapas.

Para nosotros es mejor vivir así: mezclando problemas y alegrías unos de otros que llorando ante un fantasma ciego o dándonos de cabezazos ante una muralla a la que los golpes la hacen más fuerte.

Son, entre otros, mis deseos para ti que nos lees.


La vida tiene problemas. Sí. Todos vivimos unos u otros. Pero en medio de ellos la vida también es bella, y ninguno aumenta el problema del otro con el suyo propio. Y es que eso: siendo iguales, somos todos diferentes. Por eso el contacto de unos con otros siempre nos enriquece. Algo podemos aportar al otro. Algo aprendemos siempre del otro.



sábado, 16 de septiembre de 2017

Vivían en el campo


Vivía en una casa de campo con la puerta de la casa siempre abierta de par en par. Si de algo no se quejaba era de tener hambre de una palabra amable. Cada día, cuando pasaban las nueve de la mañana, y no había visto al vecino, ya estaba éste asomándose al patio y, escuchado como le llamaba por su nombre, abría las puertas de la casa y ponían en común sus enredos para el día.

No había que luchar contra el frío, contra el miedo o cosas similares. Lo que hacen los vecinos siempre es de común acuerdo. Y de los conflictos no hay tiempo que mida su duración. Casi al momento de estallar se reúnen uno por cada una de las treinta familias del pueblo y toman una solución, con la que nadie sale enfadado. Sus padres les enseñaron esa dinámica y ellos no solo la ejecutan sino que intentan traspasarla a sus hijos pequeños.

Este curso seis de ellos, al pasar a la Secundaria, como son pocos en el pueblo, se agregan a la escuela del pueblo vecino con más habitantes. Tranquilos y contentos los vemos por la mañana en el trayecto. Y a la vuelta es raro que no haya algún que otro enfrentamiento verbal que en ocasiones roza la violencia. 

La educación recibida en el pueblo vecino, con costumbres no solo diferentes, sino contrarias al sentir común de su pueblecito comenzó a quebrar fidelidades a principios recibidos. Todo parecía una apuesta por quedar mejor que el otro. El único horizonte era ya el dinero, y la ambición comenzó a ser la senda y camino para llegar a la meta.

“Prefiero las chicas pobres, sencillas, a los dragones vestidos de seda que parecen una cosa y son otras diferentes”, dijo un padre en una de sus asambleas. “Pues a mí me está ahogando el corsé de la decencia”, respondía otro.” “A mí, decía otro, me indignan ambas cosas, pero paso de lo que digan y que cada uno haga de su capa un sayo”. Rodrigo, conocido en el pueblo por su sabiduría popular, les dijo: “Ya saben cómo pienso. Siempre he estado al lado de los justos antes que de los criminales, más cerca de los que se mantienen leales a sus principios honestos que a los que cambian día a día según sus conveniencias, no soy humilde pero tampoco orgulloso, y  hay que darse cuenta por qué estamos tan perdidos del camino que hemos llevado. Hemos sido nosotros  los educadores de nuestros hijos, y ahora, con los brazos cruzados, permitimos que otros, con costumbres filibusteras, sean los que le enseñen cosas distintas. Y, para colmo, hemos sido tan originales que nos dejamos llevar por los raíles que los niños nos traen del colegio del pueblo de al lado.”


Algunos más fueron conscientes al momento de lo que había dicho Rodrigo. Y comenzaron a escucharse cosas como estas: “siempre he estado lejos de los individualistas que se agarran mutuamente no para que el otro no se caiga sino para mantenerse él”; “seré un propietario sí, pero la propiedad no tiene por qué ser un peso sino que la hemos de utilizar como alas que nos hagan crecer a todos por igual”, “que mañana nadie pueda decir leyendo en nuestra historia que nos dejamos envenenar”.


Aquel día fue el primero de un nuevo paso en la historia de aquel pueblo. De indiferentes ante los vecinos de al lado comenzaron a traspasarles su estilo y manera de hacer las cosas. Continuando con lo que siempre  habían hecho, comenzaron en simultáneo a continuarla en el pueblo de al lado. Pronto estuvieron tanto en las asambleas de padres de alumnos como representándolos a todos en la junta directiva del centro. Enseguida se les vio militando en el partido comunitario del pueblo que de ser el más pequeño en número y acciones pasó a igualar al mayoritario restándoles fuerza y eficacia. Y no faltó quienes se hicieron presentes en movimientos sociales y comunitarios tanto adultos como jóvenes, mientras éstos y los más pequeños participaban en los equipos deportivos del gran pueblo.


Y así huyendo de una amenaza no contestaron con otra de similar estilo y los envenenadores de ilusiones empezaron a saborear las mieles de la afabilidad y convivencia