92 años. Hace dos que se quedó sola. Mujer activa en variadas dimensiones
de la vida, pasó a una residencia de ancianos donde se suponía va a estar en
una comunidad. No tiene familia. Solo unos amigos que viven lejos, en otras
provincias distantes, y que un par de veces al año van a visitarla. Hace poco
manifestaba su alegría porque estaban allí con ella, dedicándole su tiempo los
cinco días de su estancia. Al segundo día de estar allí, le dio a sus amigos
una nota escrita, de su puño y letra: “Estoy contenta y agradecida. Ha sido un
regalo porque me ha venido sin esperarlo y sin pedirla. Gracias a Dios aún
tengo algo: un amigo”. Aquello dio pie a una interesante conversación de los
dos.
- Si tan agradecida estás, como es que cada rato cuando hablamos por
teléfono, y ayer mismo, me dices “estoy triste, triste”. También sueles decir:
“la vida ha sido generosa conmigo y no necesito nada”.
Y yo me pregunto: ¿Por qué estás triste, entonces?
Y yo me pregunto: ¿Por qué estás triste, entonces?
- “Estoy triste, le contestó, porque no hago nada. Siempre he hecho algo. Y ahora no”. ¿Y qué te gustaría hacer, pues? “Ahora ya no puedo hacer nada, más que vivir”. Y continuó: “Dicho así parece que no tiene sentido. Pero tiene sentido porque yo lo necesito. No sé si el problema es que estoy sola. Soy de carne y hueso, y a veces la soledad hace daño, duele. Creo en Dios y todo queda ya dicho y hecho. Pero mi vida hoy es vegetar. Como vive un animal que vive porque no ha muerto”. Y seguía explayándose con su amigo: “Me siento tan inútil, tan poca cosa que me pregunto: ¿Qué hago yo aquí ahora? ¡Vivir a costa de otros! Soy muy mayor y no me he olvidado cuando no lo era y era útil para algo. Ahora no soy útil para nada”.
Y en éstas, su amigo que le pregunta:
- ¿Te gustaría entonces irte de aquí ya? “Yo no pienso lo que me gustaría. Es triste saber que eres un peso para alguien. Y eso un día, y otro día. Pero tampoco me planteo irme de aquí ya para otro sitio. Eso no depende de mí. “Siempre he vivido en función de los demás. Y ahora vivo yo a lo tonto.” Y terminó diciéndole a su amigo: “Ya te harás tu mayor y verás las cosas desde otro punto de vista, pues es otra realidad”.
Aplicándome yo estas últimas palabras, pues todos vamos creciendo en edad, pienso que el problema de la soledad no deseada en las personas mayores es una consecuencia del modelo de sociedad que tenemos. No hemos logrado aún una sociedad amiga de la gente mayor que defienda no solo un proyecto de muerte digna sino también un proyecto de vida digna, con amor y compañía. Si alguno ha visitado una o varias residencias de ancianos será fácil estar en sintonía con ello. Dos palabras sencillas podrían tener ese proyecto digno: amor y hogar.
Bellas pero muy tristes palabras. Un abrazo.
ResponderEliminarBello.. muy bello. Una prosa muy agradable de leer.
ResponderEliminarEs una reflexión hermosa sobre algo muy triste. La soledad impuesta a quien, además, no tiene horizontes y vive porque aunque puede morir
ResponderEliminarNos preocupamos por vivir mucho, pero no por vivir bien el tiempo que tengamos y, sobre todo, por bienmorir.