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martes, 16 de noviembre de 2021

Siempre me ha llamado la atención, cuando Ignacio viajaba a África, la sonrisa de los niños y de las mujeres; eso tiene una explicación, no conocen otra cosa y entonces no lo pueden desear, lo malo es cuando se dan cuenta que el mundo no es como ellos viven, entonces se apaga la sonrisa y aprenden a sobrevivir y a ganarse la vida de cualquier forma, por ejemplo piden dinero si quieres hacerles una foto, si preguntas por una dirección, se pelean por llevarte una maleta y es entonces cuando pierden la inocencia y se dan cuenta que su futuro pasa por salir de su país .


Siempre estuve en contra de esa expedición política de traer a los niños saharáuis de verano, les enseñas otro modo de vida, -Corte Inglés, piscina, playas comida, golosinas, el cabildo le regala una gorra y una caja de lápices, todo muy útil-. Y después lo devuelves a una jaima en pleno desierto, sin medicinas, sin colegios y sin lo más elemental para sobrevivir. ¿Creen que les han hecho un favor? Les han creado unas necesidades que antes no tenían ni tienen posibilidades de tenerlas.


Los reclamos políticos son crueles sobre todo cuando se utilizan niños. 


(Mappi Gonzáles)




jueves, 11 de febrero de 2021

viernes, 22 de mayo de 2020

Goria Fuertes - Autobiografía

Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.

A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
a los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.

Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores
–no digo nombres–,
gracias a eso, pude sobrellevar mi juventud de barrio.

Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta
–pero Dios y el botones saben que no lo soy–.

Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.

He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.


miércoles, 25 de marzo de 2020

Nieve a lo lejos

Ayer amaneció nevando en Gran Canaria. Decir que hay nieve en la isla es como anunciar que ha caído el maná en el desierto. Esta en la montaña. Hay que madrugar para poder verla. Nos enfundamos abrigo sobre abrigo, más el otro que solo nos ponemos una vez cada tres años. Y derechitos a la cumbre. Queríamos ser de los primeros, pero una centena de coches se nos adelantó. Desde la ventana del nuestro vehículo veíamos ya hechos muchos muñecos de nieve y los disparos con bolas entre ellos la gente. Sin la esperanza perdida, bajamos del coche y corrimos hacia una de las esquinas menos concurridas del Parque Nacional, y logramos dar vida al nuestro que lucía sus barbas de pinocha.

Todo transcurrió en plena gozada. No importa que tengamos que “sufrir" colas de coche. Esperábamos con ansia llegar el punto de destino abriendo los ojos a ver si descubríamos los primeros copos aparcados en las cunetas del camino.

Daba gusto ver cómo papá le tiraba bolas a mamá, o nosotros tirándonos unos a otros por la cuesta.

Pero no, Todo esto no pudo ser, nos quedamos sin poder disfrutar ni de esto ni de nada. No hubo ocasión de madrugar, ni marchar a la nieve, ni jugar, ni nada... Ese bicho que anda por ahí flotando nos dejó en casa con el pijama puesto.


martes, 21 de enero de 2020

El pin parental


No espabilamos. Entramos al trapo de cualquier capote que nos pongan por delante. Entramos nosotros y lo peor es que entran al trapo los políticos, que debieran saber distinguir las verdaderas de las falsas polémicas.

Ahora, al parecer, toca debatir sobre la conveniencia o no del puñetero (no se me ocurre otro término) “pin parental”, es decir poner coto a un presunto abuso que realizan determinados educadores sobre las inmaduras mentes de los escolares españoles en materia de educación sexual, inculcándoles conductas que consideran los partidarios de ese pin como pecaminosas, inmorales y, en suma, moralmente condenables. Según ellos a nuestra juventud, cual flautista de Hamelin, se les lleva como ratitas dóciles a la homosexualidad, al vicio, a la depravación sexual.., en un revolutum en el que se mezclan conceptos de todo tipo, dando por sentado una serie de principios y comportamientos que solo admiten una única visión de los comportamientos sociales.

Si por ellos fuera no habría lugar en el sistema educativo a la educación sexual. Prefieren que determinados temas se diriman exclusvamente (o no se diriman nunca) en el ámbito familiar. Apelan a la libertad de los padres a elegir los contenidos de los contenidos curriculares.

Suena bien la música de cualquier canción cuya letra habla de “libertad” ¿cierto? Sin darnos cuenta que, dejando abierta esa gatera, se nos cuelan luego ideas como la libertad de vacunación de los hijos o que la tierra es plana o negar el genocidio nazi durante la II Guerra Mundial. Mal empieza lo que mal acaba.

Parece mentira que entremos al trapo de polémicas que muchos creíamos ya sobradamente superados. Alguien saca partido de traerlas de nuevo a primer plano. Pero lo peor es que entren al trapo dirigentes políticos que no quieren perder la oportunidad de soltar su discurso delante del primer micrófono que les pongan delante. Una cosa es el debate político -imprescindible para la toma de decisiones- y otra muy diferente apuntarse a todas, tengan o no sentido.

Si en cualquier momento cualquier centro educativo se excede en sus competencias a la hora de establecer los contenidos de sus programas ya existen los cauces legales para denunciarlos y, si procede, obligar su corrección. No son necesario nuevas leyes, lo que hay que exigir es el cumplimiento de las que ya hay.

Flaco favor haremos a la democracia y, por ende a nosotros mismos, si no aprendemos a separar el polvo de las pajas.



miércoles, 15 de enero de 2020

Una dura lección


Una amiga de verdad, maestra en EG así como en la comunicación interpersonal, me acaba de enviar un Whatsapp que no me resisto a compartirlo con ustedes.

Ayer fue un día muy duro en mi colegio. Una pequeña de 7 años voló al cielo de, por así decirlo, sin anestesia porque no estaba enferma, no interesa la causa, algo súbito.

Fue imponente ver como casi 500 alumnos hacían un silencio. Ahora los silencios nos han quedado a sus profes.

Todos con cuando y no es fácil, pero hay que seguir adelante, ver a sus compañeritos como lo están haciendo es una lección para los adultos.




miércoles, 28 de agosto de 2019

Antoine


Lyon, Francia, ciudad histórica como pocas en Europa. Con un gobierno progresista y sensible a la defensa de los valores de igualdad y solidaridad ha dado a luz no solo  experiencias socio técnicas de las que nos hemos beneficiados todos sino también personajes influyentes en la sociedad. Pese a todo ello -y con su propia problemática como núcleo urbano- una visita nos pone de manifiesto cosas tan elementales cómo estás: no todo es perfecto o malo, no todo es blanco o negro.

Comento lo anterior a raíz de una visita turística que acaba de realizar una amiga. A su regreso, me cuenta sus impresiones, en parte sorprendida por lo que ella entiende como de circunstancias insólitas. Bueno, una insólita y otra tristemente no tanto:

En un semáforo dos señoras. Una con  burka pidiendo…, no daba crédito a lo que veía  pues va contra todas sus creencias.

Y por otro lado, es el tercer país Europeo en el que veo a niños mendigando. En este caso concreto era un niño de unos cincos años de pelo castaño, enmarañado, donde posiblemente no ha entrado nunca un peine. Su carita demacrada. Sus grandes ojos estaban vacíos de infancia, desprendía una profunda tristezas, creo que desconocía lo que era sonreír. Sus movimientos eran como los de un autómata. Me agaché para poder hablar a su altura.

- ¿Cómo te llamas?
- Antoine.
-¡Qué bonito nombre¡ ¿y dónde están tus padres? -me señala unas esquinas bastantes lejanas. Me contó que estaban con su hermana que era pequeñita. Según le preguntaba le veía nervioso.
- ¿Tus papás no te dejan hablar con desconocidos?
- No es que pierdo clientes.
- No te preocupes yo te voy a dar dinero.
- Señora ¡que buena es usted! -Y de repente me pregunta- ¿Tiene hijos ? ¿Y los quiere mucho? ¿les da besos? 

En  ese momento me rompo y unas lágrimas silenciosas ruedan por mis mejillas, momento que Antoine con sus manitas que también desconocen el jabón, se acerca a mi rostro y me seca las lágrimas con una ternura que es difícil de describir con palabras.

Inmediatamente lo cogí y abracé aquel cuerpito frágil carente de todo tipo de caricias. Ni siquiera pensé en los bichos que podía tener y que esas manitas me infestaran los ojos.