Mostrando entradas con la etiqueta juventud. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta juventud. Mostrar todas las entradas

sábado, 6 de febrero de 2021

La plaza del barrio

Le vi por primera vez en el jardín de la pequeña plaza del barrio. A través del pequeño espacio entre las hojas de los árboles nuestros ojos se encontraron. Pero él, con cara de tímido, se fue corriendo. Y aquel “hola” que yo quería decirle se siguió moviendo de aquí para allá con las hojas de otoño. Al igual que la cinta de mi muñeca que se me enredó en las hojas de los árboles cuando intenté ir tras él. Voy con frecuencia al pequeño jardín –a la misma hora y al mismo sitio. Pero ni la puesta del sol le hacía aparecer.

Y así llegó la primavera con sus primeras flores que parecían cansadas de aquel pequeño esfuerzo por ver la luz del sol. Y mi corazón volvió a vestirse del verde de la esperanza, o más aún del verde de deseo. Y aún en primavera esperaba que aquellos ojos que yo vi volvieran a nacer.

La primavera se acababa, cada día iba despidiéndome de ella. Faltaban dos días para eso y la primera de esas dos noches me senté en la yerba. Así sentada, oigo una voz varonil que llegaba de mis espaldas que me dice: “Solo vi tus ojos una noche, y no se me han olvidado”. Volví la vista hacia atrás y, pasado el asombro contemplativo, corriendo hacia él, y sosteniéndonos con las palmas de nuestras manos, sentí cómo introducía en una de mis muñecas la cinta que aquella noche había perdido, y que él había guardado con la esperanza de verme. Y aquel hueco entre los árboles donde nuestros ojos se encontraron un día fue aquella noche la experiencia conjunta de una mezcla entre otoño y primavera.






domingo, 19 de abril de 2020

Si muero joven (Fernando Pessoa)

Si muero joven
Sin poder publicar libro alguno,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letra impresa,
Pido que, si alguien se quiere preocupar por mi causa,
Que no se preocupe.
Si así sucedió es que así tenía que suceder.

Aunque mis versos nunca se publiquen
Ellos allá tendrán su belleza, si son bellos,
Pero ellos no pueden ser bellos y quedar sin imprimir,
Porque las raíces pueden estar debajo de la tierra
Pero las flores florecen al aire libre y a la vista.
Tiene que ser así por fuerza. Nada lo puede impedir.

Si muero muy joven, escuchen esto:
No fui nunca más que un infante que brincaba. 
Fui gentil como el sol y el agua,
Profesé una religión universal que sólo los hombres no tienen.
Fui feliz porque no pedí cosa alguna,
Ni procuré creer en nada,
Ni creí que hubiese otra explicación
Más allá de que la palabra explicación no tiene sentido alguno.

No deseé nada sino estar al sol o a la lluvia –
Al sol cuando había sol
Y a la lluvia cuando estaba lloviendo
(Y nunca a ninguna otra cosa),
Sentir calor y frío y viento,
Y no pretender ir más lejos.

Una vez amé, pensando que me amarían,
Pero no fui amado. 
No fui amado por una única razón inmensa – 
Porque no tenía que serlo.

Me consolé girándome hacia el sol y a la lluvia,
Y sentándome otra vez a la puerta de mi casa. 
Los campos, a fin de cuentas, no son tan verdes para quienes son amados
Como para quienes no lo son. 
Sentir es estar distraído.

Fernando Pessoa


jueves, 5 de marzo de 2020

Muchas veces pensamos en divertirnos, en irnos de marcha, en pasarlo bien, y a ello dedicamos tiempos y horas de muchas de nuestras jornadas, olvidándonos de que todo no termina en el día de hoy, sino que hay un mañana que está por venir, que no siempre es el día siguiente, sino otro mas allá. Y desde luego ese día por venir, no se hace con juergas y batallitas, sino trabajando y esforzándonos, y para ello hoy, si somos jóvenes o entrando en la adultez, como no estudiemos algo más lo tenemos fastidiado. Todos los economistas y gentes que entienden de estos rollos dicen que en el futuro inmediato (si el puñetero coronavirus no nos devuelve a la Edad Media…)  será de aquellos que tengan una formación especializada, pero sean capaces de reciclarse, cuanto más mejor. Y sin embargo, cada día son menos los jóvenes que afrontan este tipo de estudios. Al menos en lo que veo y en lo que se roza conmigo tanto en los ambientes sociales, amistosos y laborales en los que me muevo.

Creo que los que podamos debemos colaborar en que los más jóvenes salgan de la rutina y de la comodidad, y que todo no se soluciona con la ley del menor esfuerzo, sino que hay que conseguir, con esfuerzo, otros valores cívicos -incluso por egoísmo personal- si se quiere tener un futuro mejor, pues lo que no se podrá hacer siempre es depender de los padres.

Aunque, la verdad, pienso que este es un problema más general, no solo de los jóvenes sino de los que pasamos de los cuarenta, incluso con creces. Vivimos socialmente en una etapa de no compromiso, no esfuerzo, de hacer lo mínimo, vivir cómodos y que sean otros los que realicen y hagan los cambios que nos vengan bien a todos, mientras nos sentamos, en el mejor de los casos, a verlas venir.

Instituciones sociales, como la iglesia, tuvieron otro tiempo mucho que decir a nivel positivo del que muchos nos beneficiamos. Hoy parece que su papel está más en crisis y no es tan frecuentada por los jóvenes. Otras instituciones sociales como asociaciones de vecinos, ONGes o grupos políticos tampoco cuentan mucho con ellos, salvo que sea para defender los ideales de dicho grupo y captar votos para su partido. Tampoco es manera. La escuela, los padres se ven algo maniatados. Instituciones que operamos en los ambientes sociales tenemos algo de entrada pero es insignificante. Haría falta, digo yo, que los medios de comunicación, televisión y sobre todo internet, a través de sus potentes redes sociales, movieran el culo para activar el panorama.

martes, 21 de enero de 2020

El pin parental


No espabilamos. Entramos al trapo de cualquier capote que nos pongan por delante. Entramos nosotros y lo peor es que entran al trapo los políticos, que debieran saber distinguir las verdaderas de las falsas polémicas.

Ahora, al parecer, toca debatir sobre la conveniencia o no del puñetero (no se me ocurre otro término) “pin parental”, es decir poner coto a un presunto abuso que realizan determinados educadores sobre las inmaduras mentes de los escolares españoles en materia de educación sexual, inculcándoles conductas que consideran los partidarios de ese pin como pecaminosas, inmorales y, en suma, moralmente condenables. Según ellos a nuestra juventud, cual flautista de Hamelin, se les lleva como ratitas dóciles a la homosexualidad, al vicio, a la depravación sexual.., en un revolutum en el que se mezclan conceptos de todo tipo, dando por sentado una serie de principios y comportamientos que solo admiten una única visión de los comportamientos sociales.

Si por ellos fuera no habría lugar en el sistema educativo a la educación sexual. Prefieren que determinados temas se diriman exclusvamente (o no se diriman nunca) en el ámbito familiar. Apelan a la libertad de los padres a elegir los contenidos de los contenidos curriculares.

Suena bien la música de cualquier canción cuya letra habla de “libertad” ¿cierto? Sin darnos cuenta que, dejando abierta esa gatera, se nos cuelan luego ideas como la libertad de vacunación de los hijos o que la tierra es plana o negar el genocidio nazi durante la II Guerra Mundial. Mal empieza lo que mal acaba.

Parece mentira que entremos al trapo de polémicas que muchos creíamos ya sobradamente superados. Alguien saca partido de traerlas de nuevo a primer plano. Pero lo peor es que entren al trapo dirigentes políticos que no quieren perder la oportunidad de soltar su discurso delante del primer micrófono que les pongan delante. Una cosa es el debate político -imprescindible para la toma de decisiones- y otra muy diferente apuntarse a todas, tengan o no sentido.

Si en cualquier momento cualquier centro educativo se excede en sus competencias a la hora de establecer los contenidos de sus programas ya existen los cauces legales para denunciarlos y, si procede, obligar su corrección. No son necesario nuevas leyes, lo que hay que exigir es el cumplimiento de las que ya hay.

Flaco favor haremos a la democracia y, por ende a nosotros mismos, si no aprendemos a separar el polvo de las pajas.



jueves, 9 de mayo de 2019

Jóvenes e Islamismo


Redes pequeñas de 4 a 6 jóvenes de nacionalidad española y otras occidentales se integran en grupos islamistas que operan en su mismo país.

¿Qué les falta a estos jóvenes en su país? ¿Es que la cultura, la educación, los valores transmitidos ya no valen? ¿acaso ganan en nobleza y buen sentido los valores yihadistas? ¿No son estos los que, rayando en un radicalismo feroz, le dan una patada a la tolerancia los que han de cambiar?

Detrás de sus protestas, al adoptar una vida y cultura opuesta a aquellas con las que se educaron hay, en el fondo, una denuncia de  aspectos de la realidad occidental que no les gusta como los sentimientos de exclusión, de humillación, de injusticia. Es casi una crisis de identidad.

El conflicto es que para solucionar un problema están creando otro: la violencia, la cual crea más problemas sociales que los que pretende resolver.




lunes, 11 de febrero de 2019

Abrazos


En la bocatería que hay enfrente de casa es difícil encontrar hueco a media mañana. Se plaga de estudiantes y gente del barrio, en busca de esas deliciosas tortillas caseras tan apreciadas por sus clientes. La calidad/precio las ha hecho famosas, tanto que incluso viene gente de otras partes de la ciudad al reclamo de su prestigio. Las mesas se llenan de jarras de cerveza y se escuchan las risas de la gente, que consiguen imponerse al ruido de los coches que pasan.

Me encanta observar el espectáculo de idas y vueltas, imaginarme los comentarios, las vidas de esos comensales que, durante un rato comparten vivencias, inquietudes, preocupaciones, anécdotas… Pero hay una cosa que me llama poderosamente la atención. No tiene, quizás mucha importancia, pero os lo cuento por si a vosotros os pasa lo mismo:

No siempre, claro, pero en muchas ocasiones, esas improvisadas reuniones terminan en abrazos, sobre todo cuando de gente joven se trata. Imagino que son estudiantes universitarios o de alumnos de los institutos cercanos. Se saludan con abrazos y se despiden con abrazos. Celebran el reencuentro como si de algo excepcional se tratara, aun a sabiendas que no tardarán en volver a verse. Quizás, incluso, dentro de un rato en algún aula.

Por la tarde la bocatería cambia de tipo de clientela. El cafelito, en todas sus variantes, es el protagonista; y el jubilata el habitual del local. El tono de las conversaciones baja, como baja su volumen, roto, de tarde en tarde, por el estrépito de las fichas de dominó al chocar sobre las mesas. Pero no hay abrazos. O pocos. Quizás los derivados de algún reencuentro de amigos que hace tiempo que no se ven. Pero no hay abrazos espontáneos. Da la sensación de que ya están todos dados, que se acabó el cupo que viene de fábrica o que están reservados para ocasiones especiales.

Quizás la vida nos va limando la capacidad o las ganas de expresar las emociones, nos va recortando la espontaneidad. No sé la causa, pero me entristecen las consecuencias.