Ambos salieron al centro
comercial cercano a su casa. A ella le resultaba grato ir de departamento en
departamento viendo lo nuevo que había llegado.
Y no compraba nada sin haberse probado la misma talla de diferentes
marcas. A él, sin embargo, estas cosas le resultaban cansinas. Prefería
sentarse en la cafetería y, mientras tomaba algo, leía, escribía o simplemente
observaba y esperaba, sin prisas, que ella hiciera sus compras y diera sus
paseos entre estantes y estantes.
Con un café largo en su mano
y la vista perdida se dedicó a observar a la gente que entraba y salía del
centro. Unos se paraban ante aquello que les llama la atención. Otros van directos a la sección que buscan y
compran aquello para lo que venían. Otros, los más, curiosean entre los diferentes
departamentos, cogen la pieza en sus manos, se la prueban, la vuelven a poner
en su lugar. Una pareja pasa casi junto a su mesa, se les veía venir con cara
de desacuerdo. Y, a su paso, escucha como ella le dice: “Maldita sea la hora
que te conocí”. Detrás de ellos unos niños corretean bajo la más o menos atenta
mirada de sus padres.
Casi todos los que compran
algo tienen en común que se llevan alguna otra cosa que ni se les había pasado
por la mente comprar. La pareja que está a su lado en la cafetería se levanta y
salen hacia el centro comercial, les sigue una camarera que les recuerda no han
abonado la cuenta, a lo cual se disculpan y le dejan una propina que la chica
no acepta pues es norma en el establecimiento. A otros los ves salir por la
puerta principal generalmente con una o más bolsas con lo que han comprado. Quiso
contar cuantos son, pero no puedes, al mismo tiempo entran muchísimos más. Casi
todos directos a la sesión de comidas. Entre ellos un señor alto, con paso
fuerte y firme, traje negro, camisa gris y alzacuellos; mucha gente les saluda
y el, sin pararse, les sonríe, levanta su mano y entra en la sección de
alimentación; llama la atención de casi todos, “es una cara conocida” dice en
voz alta. “Es el obispo”, responde una señora.
Se queda un minuto
recopilando lo visto, el café ya está frío y en eso que llega su pareja con la
bolsa de la compra hecha y le dice: “Vamos”.
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