martes, 3 de octubre de 2017

¿Dónde estoy?

No sabe cómo pasó. Se levantó creyendo que era domingo y que se celebraba una romería. Se puso la ropa de típico y salió a la calle, pero sus pasos le llevaron a su lugar de trabajo. Era lunes, y todos los compañeros de oficina le miraban como si fuera un extraterrestre. Y él a su vez se paró mirando hacia el fondo de la oficina donde una puertecilla de persianas daba paso a su despacho. Pensó que en medio de aquel revuelo de sus empleados al final del túnel, es decir el pasillo que llevaba su despacho, podía encontrar la luz.

Los trabajadores le miraban como si fuese un mago. Y como en un truco de magia se asomó a la puerta de su despacho. Las dos manos atrás. Levantó una dándole un fuerte soplido como si un truco estuviese haciendo y sacó la otra mano que sostenía una copa, mientras gritaba “brindemos por las que no han venido”. Estaba claro que tenía más de dos copas, ya que ni asomo de ebrio se le veía por uno u otro lado.

Dos de sus más próximos se acercaron para intentar sentarle en su despacho y no siguiera diciendo tantas tonterías. No les dio tiempo. Apoyado en el bastidor de la puerta comenzó a decir cosas como: “Donde se acabe tu escote, comienzan mis sueños, no pensé en ti ni un segundo mientras marcaba con mis labios el borde de las copas”, “arráncale las bragas si es necesario” etc. Sus amigos no lo dudaron. Y entre los dos lo llevaron al vestuario de la empresa donde una ducha de agua fría, prolongada por diez minutos, le hizo volver en sí y hacerse la clásica pregunta de “¿dónde estoy?”. Ya consciente y recuperado se dirigió a la sala mayor de la empresa en donde se disculpó por las tonterías dichas, al tiempo que los convocaba en aquella misma tarde a una fiesta musical a celebrar en dicha sala aquella misma tarde-noche.

Una tarde, pues, fue de cumbias, bachatas, música de los 80 compaginadas con piezas actuales, rock etc. Y cuando todo estaba llegando al final, de pronto aparece la señora del jefe con la cara desencajada a más no poder.

Pide a los gritos cortar la música, prender las luces y, como si el demonio se hubiera apoderado de ella, comenzó a preguntar dónde estaba su marido. Era tremendo, era desgarrador, era con mucha pena y rabia. Nosotros comenzamos a mirar y efectivamente había desaparecido junto con el jefe de contabilidad que no se veían por ningún lado. Tras lo cual comenzó a enhebrase otra película que aún se está rodando.


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