No sabe cómo pasó. Se levantó
creyendo que era domingo y que se celebraba una romería. Se puso la ropa de
típico y salió a la calle, pero sus pasos le llevaron a su lugar de trabajo.
Era lunes, y todos los compañeros de oficina le miraban como si fuera un
extraterrestre. Y él a su vez se paró mirando hacia el fondo de la oficina
donde una puertecilla de persianas daba paso a su despacho. Pensó que en medio
de aquel revuelo de sus empleados al final del túnel, es decir el pasillo que
llevaba su despacho, podía encontrar la luz.
Los trabajadores le miraban
como si fuese un mago. Y como en un truco de magia se asomó a la puerta de su
despacho. Las dos manos atrás. Levantó una dándole un fuerte soplido como si un
truco estuviese haciendo y sacó la otra mano que sostenía una copa, mientras
gritaba “brindemos por las que no han venido”. Estaba claro que tenía más de
dos copas, ya que ni asomo de ebrio se le veía por uno u otro lado.
Dos de sus más próximos se
acercaron para intentar sentarle en su despacho y no siguiera diciendo tantas
tonterías. No les dio tiempo. Apoyado en el bastidor de la puerta comenzó a
decir cosas como: “Donde se acabe tu escote, comienzan mis sueños, no pensé en
ti ni un segundo mientras marcaba con mis labios el borde de las copas”, “arráncale
las bragas si es necesario” etc. Sus amigos no lo dudaron. Y entre los dos lo
llevaron al vestuario de la empresa donde una ducha de agua fría, prolongada
por diez minutos, le hizo volver en sí y hacerse la clásica pregunta de “¿dónde
estoy?”. Ya consciente y recuperado se dirigió a la sala mayor de la empresa en
donde se disculpó por las tonterías dichas, al tiempo que los convocaba en
aquella misma tarde a una fiesta musical a celebrar en dicha sala aquella misma
tarde-noche.
Una tarde, pues, fue de
cumbias, bachatas, música de los 80 compaginadas con piezas actuales, rock etc.
Y cuando todo estaba llegando al final, de pronto aparece la señora del jefe
con la cara desencajada a más no poder.
Pide a los gritos cortar la música, prender las luces
y, como si el demonio se hubiera apoderado de ella, comenzó a preguntar dónde
estaba su marido. Era tremendo, era desgarrador, era con mucha pena y rabia.
Nosotros comenzamos a mirar y efectivamente había desaparecido junto con el
jefe de contabilidad que no se veían por ningún lado. Tras lo cual comenzó a
enhebrase otra película que aún se está rodando.
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