lunes, 9 de octubre de 2017

Su paso por la ITV


Hacía tiempo que le tocaba la ITV. Hoy por una cosa, mañana por otra se había dejado ir. Como hipocondriaco que era alguna vez manifestaba su preocupación: “He de ir mañana, no quiero que cualquier asunto negativo me pille en la calle y me deje sin poder conducir, ¡que es mi vida¡”. Y como descuidado era también un clásico: “Mañana será otro día”.


Son ya sesenta .Tendrá que ser más precavido porque a los setenta ya tendrá  que tener cuidado con las maniobras y las curvas, caminando entre tanta gente o simplemente conduciendo y mirando el paisaje. Sus reflejos de mi portador ya no serán los mismos que cuando empezó a salir a las calles.


Por aquellos días, en uno de los cuales ya tenía hora pedida para la revisión, un grupo de antiguos alumnos organizaron una salida al campo con tienda de campaña para dos noches. Cosas que él ni de joven, ni con mucha faena en el trabajo había faltado nunca. Y una simple inspección no le iba a quitar esa oportunidad.
De las tres noches acampados una la tuvo que pasar a la intemperie, dado que al romperse una de las tiendas que llevaban y no caber todos se turnaban entre ellos.


A su regreso comenzó a preocuparse más, dado que la zona que le servía para pararse le estaba dando la lata. Una especie de pulpa de color amarillo seco comenzó a salirle. Y con los días se acrecentaba, y tenía miedo de conducirse por la vida con aquel problema. No podía pasar las horas corriendo. Había momentos en los que le era necesario frenar. Y se decidió a pedir la hora. Además, le había salido en aquella zona  como una especie de zona húmeda que  rodeaba a la pulpa. Sus amigos también se lo advirtieron. Uno de ellos, albañil de profesión toda la vida, le comentó que, eso en su trabajo – humedades en la pared- era un problema a solucionar ipso facto, pues, sobre todo, si era en una casa antigua, podía tener el problema de una mala cimentación y venirse la pared abajo. Todos los colegas se asustaron un poco al tiempo que quedaban tranquilos pues recibieron su solemne promesa: Mañana seré yo el primero en la cola cuando abran la inspección.


Llegó, por fin, el día siguiente, y su amigo no había llegado de la inspección ni se veía su coche aparcado cerca de la casa como siempre y, más asustados aún, cuando tocaron el timbre de su casa y nadie respondía. ¿Le habrá pasado algo? ¿Habrán tenido que hacerle alguna intervención? Eran las 11 de la mañana cuando Atanasio, con cara de triunfante entró en el corralito – así llamaban a su lugar de reunión y donde jugaban al   dominó o traían a sus señoras para distraerse todos juntos con el bingo-. Sostenía su caminar con un bastón y de las plantas de los pies salían unas ligeras vendas. Preguntado que fue les contestó: “Son las vendas que con una crema médica curan y secan la humedad que, junto a una pulpa, me habían salido en la zona donde se frenan los coches y que, como les contaba a ustedes, me impedían estacionarme bien.”. ¿Y al coche, preguntó otro, le aprobaron la ITV? -¿De qué ITV hablan ustedes? Medio enfadados le dijeron: ¿Pero y la inspección, y la pulpa y el frenaje no eran por la ITV? Atanasio, respirando tranquilamente por que le habían curado aquella zona húmeda que tanto le preocupaba a su amigo el albañil, sentándose en medio de ellos les dijo: “que cuando la TV?. Casi siempre al mediodía, después de comer”. En silencio total fueron dejando al corralito mientras Atanasio, con cara de contento, miraba su reloj. Era ya mediodía.



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