El invierno quiso comenzar su tarea y, abrazando al verano, quitar su calor
y su luz. Pero llegó alguien que se puso en medio y lo impidió. El otoño, amigo
de todos, dador de un coctel de sol y lluvia, momento de las cosechas, espacio
para comenzar a madurar, y casi ni nos hemos enterado. Así es. Algo menos de
calor, que aprovechan las hojas de los árboles caducos para cambiar de color
como si un nuevo ser estuviera a punto de nacer, y lo hace con una serenidad
tal que seguimos en la inopia. Las cosas a nuestro alrededor cambian y seguimos
con la cabeza bajo el cajón sin darnos cuenta que va mutando el tiempo y la
naturaleza, que cambiamos de ropa y de alimentación. Aprovechemos, pues, para
limpiar los armarios, quitar lo viejo que nos rodea tanto por fuera como en el
interior. Es tiempo de limpieza general. Hagamos las mochilas menos pesadas.
Igual hasta demasiadas obligaciones nos hemos echado encima. Que se estimule la
creatividad. Otoño: tiempo de cambio. Cambian las cosas y la gente. Cambiamos cada
uno y también el que está al lado.
Dejemos que el viento haga su trabajo. Tomamos la antorcha que nos traen
los que empezaran antes que nosotros y seguimos repartiendo calor, pero sin
quemar a nadie. No cantemos destrucción. Salgamos de la sombra y comencemos a
vivir nuestros sueños. Y para que estos rimen con la vida. Y no podemos olvidarnos
de la poesía ni de los poetas. Parecen escondidos, pero están ahí en la brisa
primera de la aurora, pronto saldrán a cantar y nos daremos cuenta que riman
con luces lejanas y pasadas que no se han apagado y comienzan a recibir mayor
fuerza para traspasar el amanecer. Todo se traslada y se levanta, todo se mueve
y asciende. Hagámonos cambio con el otoño y sigamos creciendo que la vida no se
detiene.
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