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miércoles, 24 de febrero de 2021

23-F

Seguramente, a estas alturas, me traicione la memoria, pero creo recordar que aquel día era lunes. Yo estaba estudiando por entonces una oposición y acudía a una academia para intentar sacar partido a las muchísimas horas que le dedicaba al tema cada día. Uno de los profesores entró al aula donde estábamos y, un tanto azarado, nos contó que “algo” había ocurrido en el Congreso, en Madrid… y que “convendría” en que todos nos fuéramos a casa. Ninguno lo dudamos.


Cuando recogí mi coche y salí del aparcamiento a la calle me encontré que Valencia se había convertido en un inmenso atasco, con toda la gente intentando hacer lo mismo que yo: regresar a nuestros domicilios y esperar noticias. Las emisoras de radio aún no habían recibido la orden militar de interrumpir su emisión y poner exclusivamente marchas militares. La SER informaba ya del intento de golpe, de forma que cuando llegué a casa yo ya tenía la misma información que mis padres. Me los encontré nerviosos ante mi tardanza en llegar. Al menos estaban acompañados por una compañera de facultad y su novio, que habían decidido refugiarse con ellos, preguntándoles qué pensaban ellos sobre lo que podría pasar.


Intentamos tranquilizarnos unos a otros, aunque el paisaje no animaba. Por la calle en la que vivía, a poco tiempo de caer el sol, no dejaban de pasa vehículos militares hacia el centro de la ciudad y, pocos minutos después, un tal Milán del Bosh -de quien personalmente nunca había oído hablar, imponía el toque de queda. El horizonte pintaba negro.


Mientras cenábamos, si aquello podía llamarse como tal, creo que fue mi padre quien de repente dijo: ¿Os habéis parado a pensar que, aquí sentados los cinco, estamos cometiendo el delito de “reunión ilegal”? Nos reímos por lo ridículo de la situación. Pero, cuando cesaron las risas, nos quedamos callados un largo rato.


Jamás olvidaré la sensación de miedo, estupefacción y rabia mezcladas que me recorrió por dentro aquella noche.





martes, 24 de noviembre de 2020

Los malos modos

Me enseñaron de pequeño que, llegado el momento, tan importante es en la vida saber ganar como saber perder; que es en esas circunstancias de la vida cuando se revela la verdadera naturaleza de la gente. Y pensaba yo, ingenuamente, que los que nacen en cuna caliente y se educan en buenos colegios tienen parte de camino hecho para cuando llegue mal dadas. Pero hete aquí que no. Y la cosa no quedaría más que en una cuita personal de no ser que el protagonista no es si no el presidente de la ¿primera? Potencia mundial, el señorito Donald Trump.


Ahora sabemos -por si no lo tuviéramos claro ya- que aquel eslogan que tan famoso se hizo, “America first”, no era en realidad sino un “Me & I first” (traducido al castellano vulgar: “Primero yo, luego yo y siempre yo”), un canto al egocentrismo de quien se piensa tocado por el dedo de los dioses.


Y todo eso en la que se supone la Democracia más fuerte del planeta, un ejemplo para todos los países. Ahora su presidente, cual tortuga bocarriba, patalea y patalea, mientras inventa conjuras increíbles para justificar su reticencia a reconocer la derrota en las urnas. Mal ejemplo. Él, que presume de perseguir las dictaduras populistas allá donde las haya, demuestra que los rasgos autoritarios no son solo propios de políticos de países tercermundistas.


¡Quién sabe! A  lo mejor no es más que las consecuencias de una infancia de niño rico y millonario consentido, que estuvo en el sitio adecuado en el momento oportuno, pero que nunca aprendió que la educación -la verdadera educación- no se compra con dinero.


Donald Trump


sábado, 25 de julio de 2020

Diez años después

No creo equivocarme mucho si digo que la gente piensa que la mayoría de políticos no cumplen sus promesas. Los programas electorales son lo más parecido a un panfleto publicitario y los mítines de campaña un ejercicio de retórica hueca que solo consigue convencer a los que ya venían convencidos de casa. Y sin embargo, quien más y quien menos asumimos que así son las cosas, sin que le demos más importancia, sin capacidad ya para pasar facturas a esos incumplimientos.

Los hay quienes se conforma con cambiar su voto al partido de enfrente, aun sabedor de que de nuevo deposita su confianza en alguien que casi seguramente también le va a defraudar. Es como si nos reserváramos el derecho a elegir quién nos va a engañar. Pudiera parecer que a eso se ha quedado resumida la Democracia.

El 15M supuso un verdadero terremoto que exigía un cambio en las formas y, sobre todo, en los fondos. Al eslogan de “No nos representan” nos apuntamos muchos -tanto de izquierdas como de derechas-. Solo (y ya es bastante) reclamábamos sinceridad y coherencia. Pero cuando dentro de unos meses se cumplan diez años de todo aquello da la sensación de que aquella energía se ha ido perdiendo por el camino. Poca diferencia parece haber entre los llamados “viejos” y “nuevos” partidos.

Me encantaría pensar que me equivoco.


jueves, 18 de junio de 2020

Las miserias de la abundancia (Sea Mackaoui)

Los Estados, como los organismos, envejecen. Su envejecimiento social, demográfico y político puede ser corregido con ciertos ajustes, y su decadencia, aunque inexorable, se ralentiza o, sencillamente, se reconfiguran las fronteras y unos Estados se dividen o se integran en otros y desaparecen. En los sistemas garantistas, su fuerza política y su superioridad ética suelen acabar convirtiéndose en su mayor debilidad.

Tras varias generaciones, en Europa, el ciclo de crecimiento económico tras la Segunda Guerra Mundial permitió la extensión de los servicios sociales, el aumento de la esperanza de vida, la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, seguridad militar y la garantía de unos derechos individuales concedidos graciosamente por el Estado del bienestar. Estos factores se asociaron a la democracia.

Esa visión mágica de la democracia, amparada en la ilusión supersticiosa de que todo se arregla en política con gestos, símbolos, empatía y palabras, excluye una definición técnica, capaz de revelar sus limitaciones y defectos. Esta opulencia social y económica condujo, por su propio desarrollo, a un envejecimiento demográfico y al aumento de bolsas de población improductivas y de los tiempos de ocio, absorbidos por la televisión y las redes sociales. Además, un  europeísmo ingenuo se entregó a la tendencial pérdida de soberanía una de toda épica.


lunes, 27 de abril de 2020

Ocurrió en Londres, allá por 1947

Ocurrió en Londres allá por el año 1947. Un joven matrimonio, con su hijo de pocos años y a la espera de un segundo, desembarcan en el recién estrenado aeropuerto. Primos segundos les esperan allí, y a los ojos de todos era un descanso familiar debido al embarazo.

Y es que había surgido también el temor de que, al menos aparentemente, se fuese olvidando la factura terrible para el país, pero positiva para los gobernantes del alzamiento, sospechando que creciera el número de opositores. Se lanza entonces por el gobierno franquista una reconvocatoria de hombres no afectos a la falange y que se extendió a aquellos que ya en el 36 habían probado la miel de la guerra entre las trincheras de verdad.

Ante la posibilidad, sin pensarlo mucho, la gente de esta familia preparó en minutos su automóvil y tomó rumbo a Inglaterra, vía Francia.

Era mediados del 47, finales de abril, cuando, calmado el ambiente político, a la espera de un segundo hijo tomaron su decisión. Una decisión de quien sabe que, sin jugar un papel de líder de masas, tampoco estaban dispuesto a ser sujetos pasivos de un régimen. La Democracia quedaba aun lejos, pero hay muchas formas de empezar a ponerla en práctica.


miércoles, 26 de febrero de 2020

Política de partidos


En algunos partidos -por no decir en todos- a los que no defienden la opinión del jefe se les líquida. Ejemplo: Pablo Casado a Alfonso Alonso, jefe del PP en el país vasco. Debe ser que su presidente, más que un hombre normal y corriente de los que viven en tu calle, es una bestia mitológica. Incuestionable.

Alonso no podía ser de su círculo ¿por qué? Porque nunca había pisado el suelo del templo sagrado del PP, cual es FAES y cuyo pastor con todas las prerrogativas era y es el pastor Aznar, el que cuida y vigila las esencias del partido. Y a Alonso  le faltaban muchas entradas. Su suma de descuidos se hacía larga. De último, se había opuesto a la idea presidencial de asociarse con VOX. “Somos de derechas pero no radicales” se le había escuchado decir.



Voy a Wikipedia y le pregunto a estos amigos bien formados, que es un partido político. Mientras leo lo que dice voy evolucionando de la sonrisa a la risa y de la risa al mutismo preguntándome si la “Wiki” tiene sentido del humor y una sección de carcajadas en este tema en concreto, porque esto es lo que me responde:

“Se entienden como partidos políticos a aquellas entidades de interés público creadas para promover la participación de la ciudadanía en la vida democrática y contribuir a la integración de la representación nacional; quienes los conforman comparten objetivos, intereses, visiones de la realidad, principios, valores y proyectos para ejecutar total o parcialmente en los gobiernos democráticos de países”.

Y uno se pregunta si los partidos, aparte de reunir a la gente para pedirle su voto y hacer promesas si salen elegidos, se reúnen con los vecinos para escuchar sus inquietudes. No parece que lo hagan. Es más, si los propios militantes del partido no pueden defender unas ideas y acciones diferentes a las de sus jefes, cómo van a dejar que el pueblo hable. Mi conclusión: los partidos políticos no están construyendo la democracia, sino dando fuerza a la PARTITOCRACIA.



miércoles, 6 de noviembre de 2019

Restos mortales


Un vocablo nuevo se ha ido extendiendo entre los ciudadanos de este país: los restos de Franco.

La pregunta de rigor es si quedan más restos que con el tiempo hayan cobrado fuerza y vigor. Los que vimos en la retransmisión televisiva eran seguidores franquistas y una tumba. ¿Pero ha desaparecido el franquismo? Alguno de estos franquistas -los herederos ideológicos del dictador- incluso podrían seguir ocupando puestos claves en la sociedad española

El diccionario define claramente la palabra “restos”:
- "Partes o elementos que quedan de algo después de haberlo usado o comido.
- "Restos de comida; restos de pintura". Equivalente por tanto a desechos, escombros del pasado.

2. Y también de habla de restos como:
Cuerpo muerto de una persona o un animal, o parte que queda de él.
"los restos del animal se descomponían dando lugar al llamado cadáver”
Restos mortales: Cadáver