En algunos partidos -por no decir en todos- a los que no
defienden la opinión del jefe se les líquida. Ejemplo: Pablo Casado a Alfonso Alonso, jefe
del PP en el país vasco. Debe ser que su presidente, más que un hombre normal y
corriente de los que viven en tu calle, es una bestia mitológica. Incuestionable.
Alonso no podía ser de su círculo ¿por qué? Porque
nunca había pisado el suelo del templo sagrado del PP, cual es FAES y cuyo
pastor con todas las prerrogativas era y es el pastor Aznar, el que cuida y
vigila las esencias del partido. Y a Alonso le faltaban muchas entradas.
Su suma de descuidos se hacía larga. De último, se había opuesto a la idea
presidencial de asociarse con VOX. “Somos de derechas pero no radicales”
se le había escuchado decir.
Voy a Wikipedia y le pregunto a estos amigos bien
formados, que es un partido político. Mientras leo lo que dice voy
evolucionando de la sonrisa a la risa y de la risa al mutismo preguntándome si
la “Wiki” tiene sentido del humor y una sección de carcajadas en este tema en
concreto, porque esto es lo que me responde:
“Se entienden como partidos políticos a aquellas entidades
de interés público creadas para promover la participación de la ciudadanía en
la vida democrática y contribuir a la integración de la representación
nacional; quienes los conforman comparten objetivos, intereses, visiones de la
realidad, principios, valores y proyectos para ejecutar total o parcialmente en
los gobiernos democráticos de países”.
Y uno se pregunta si los partidos, aparte de reunir a la gente
para pedirle su voto y hacer promesas si salen elegidos, se reúnen con los
vecinos para escuchar sus inquietudes. No parece que lo hagan. Es más, si
los propios militantes del partido no pueden defender unas ideas y acciones
diferentes a las de sus jefes, cómo van a dejar que el pueblo hable. Mi
conclusión: los partidos políticos no están construyendo la democracia, sino
dando fuerza a la PARTITOCRACIA.
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