Dicen que muchas de las cosas que hacemos y proyectamos dependen de nuestros pensamientos y de nuestros estados de ánimo; que quien mira la vida con espíritu positivo construye espacios alentadores para sí y para los demás, y que quien actúa de modo contrario obtiene resultados negativos. Los pensamientos son lo más parecido a una gran fábrica de energía.
Y siendo nuestra mente una gran fábrica, sin embargo muchas veces la entrenamos de forma destructora. Hacemos que caigan sobre ella sospechas, fraudes, miradas negativas, fracasos, desalientos. De alguna forma y sin darnos cuenta la estamos entrenando contra nosotros mismos, contra nuestra propia vida. Parece que quedó grabado en nosotros aquello de “piensa mal y acertarás”. Y puede que sea verdad lo de que pensando mal, el mal revierte sobre nosotros mismos y nuestras acciones. Entonces, ¿por qué no empeñarnos en lo contrario? En entrenar nuestra mente positivamente.
Es como si hiciéramos a nuestra mente con un estilo temerario, con lo cual nuestra vida no será nunca serena. Si queremos que el trabajo, las amistades, el disfrute, el placer transcurran con algo de serenidad, dejemos influirnos por lo positivo, y vayamos eliminado las obsesiones y todo lo que no sea lógico de nuestra historia y de nuestra vida.
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