Hoy, martes, 25 de febrero, día del Carnaval. Festivo,
que no hay que ir a trabajar y que podemos hacer lo que queramos. No tenemos
miedo, no. De ninguna manera.
Ya está todo preparado. Lo haremos bien y nos divertiremos.
Echaremos las castañas al fuego pero no nos dejaremos quemar.
Bailar sin parar. Escuchando sonidos alegres alrededor tuyo.
Hemos quedado en la plaza mayor junto a la catedral. Y sabemos que nosotros no
estamos solos. Era eso lo que me estaba planteando a la orilla de la panadería Zul
y Blanco, quien curiosamente y pese a su apellido "Blanco" es de
color negro.
Por él, desde tres esquinas más allá, nos conoció ella. De
un salto, y sabiendo lo escurridizos que somos nosotros, apareció en nuestra
esquina. No perdona que organicemos cualquier cosa sin contar con ella.
Enseñándonos los dientes, de un salto, se puso en medio
gritando "aquí llegan los amigos del mundo entero".
Y es que así sentimos nosotros el Carnaval.
Pocos sitios habrá donde no esté. Y todo es similar. Tristeza no, Decencia sí.
Corrupción, no. Fiesta, jolgorio, juerga, vino, escapadita tras aquel árbol
donde nadie nos ve, bromas... en definitiva nos une la alegría y la honradez. Y
es cierto y por eso lo cantamos. Sí. Teléfono que llama, no, pedido que reclaman,
no, Jefe reunido con los algos cargos, no: Gracias, simpatía: Locura
festiva.
Carnaval, carnaval, carnaval te quiero.
Bailaremos sin parar en el mundo entero que
Y no cesamos de gritarlo:
Carnaval, carnaval, carnaval te quiero.
Bailaremos sin parar en el mundo entero
En otros tiempos lo cantaban así:
El Carnaval se nos viene,
el Carnaval se nos va,
el que se viste de máscara
contento se quedará
Igualitos. Sin cambios sustanciales.
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