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martes, 5 de febrero de 2019

El Palmeral en el parque Juan Pablo II


Lo primero fue el agua. Eso fue lo que hizo el grupo cuando llegó al parque Juan Pablo: ir a donde el agua.

Peces y patos bailaban dejándose llevar por el aire. Y a la mente nos vino cuándo de pequeños nos revolcábamos en el agua y la tierra convertida en fango.

Aviones que sobrevolaban, flores plantas y racimos alrededor del estanque. Paseando por el parque vimos a aquellos niños que corrían en favor de una sociedad en paz y que así no cortan el fuego que siempre arde dentro de nosotros, primero por nuestros hijos, más tarde por nuestros nietos y siempre por el mundo mundial.

Era como ensanchar nuestro corazón para recordar que en lo que hoy parece una selva de silencio, por las aparentes cenizas de las palabras que hoy salen de nuestras bocas, en un tiempo daban luz a los que estaban a nuestro lado y con ella vamos a seguir alumbrando todas las noches que nos quedan en la tierra. Nadie más tiene por qué hacernos callar y nadie tiene razones para ello.

Con ese espíritu volvemos a la residencia, unos cojeando, otros apoyados en Pablo, Aday y Christian. Y, ya de vuelta, reunidos en el salón de El Palmeral, queremos confesarles que a pesar de ser mayores -a pesar de ser viejos dirían algunos-, hoy queremos cantar que nuestro corazón sigue teniendo ganas de amar y en nuestro cuerpo otro montón de ganas... de bailar y de dejarnos llevar por la música, cosa a la que con Mari Carmen recordamos, tales como aquellos ojos bonitos que tú tienes mientras cantamos malagueña salerosa.

Pues es cierto que… toda una vida estaremos contigo,
no me importa en qué forma,
ni cómo, ni dónde,
pero junto a ti”.



sábado, 23 de junio de 2018

Jubilata


Se empeñó en seguir trabajando hasta los setenta. Sus compañeros no lo entendían. Cobrando lo mismo trabajando que no, pues pasaba con creces del tope máximo de edad pedido, ciertamente era de difícil comprensión. Pero a los 68 le dijeron “hay que dar paso a los jóvenes, compañero”. Salió decepcionado. ¿Qué podían dar los jóvenes que no hubiera dado ya él con antelación. En sus “enormes” (así le llamaba alas horas que a su juicio debería estar trabajando) se acercaba cada día a una librería y continuaba en la biblioteca municipal. Rastreaba en una los libros más viejos y haciendo resúmenes de su autor y la fecha de escritura. Luego en la biblioteca buscaba en la red la edad de nacimiento) y hacía un paralelismo entre la fecha de publicación del libro y la edad de su autor. Sacó como consecuencia que entre más edad tenía el escritor más éxito había obtenido el libro. Buscaba también periodos de más de cincuenta años y veía en otro mundo a los nuevos políticos y recientes empresarios. Resumía el tema en pocas palabras y lo comentaba con sus nietos cuando iban a  verlo. “Abuelo, para que estudiar ahora?”.

Si entre más viejos más rendimos, vivamos ahora la jubilación, y tú no cumplas más años para que veas nuestro primer trabajo a los setenta. Ese día ya te podrás morir tranquilo, pues has dejado el mundo al revés.




miércoles, 7 de junio de 2017

Brindis



Tenía una tarea asignada como responsable de un grupo de trabajo. Sinceramente, era genial en ello. Así lo sentían todos. Preocupados, al tiempo, por su pronta jubilación, temían que las cosas tomaran otro derrotero o que no pudieran hacerse. Enterado de dichos comentarios, a su juicio negativistas, les invitó aquella tarde a la salida del trabajo a tomar algo juntos, llevándolos a la cafetería Clavicémbalo! Desde su gran ventanal se veía el cementerio de la localidad que sobresalía en el conjunto de edificios sencillos.

Llegado el momento del brindis levantó su copa diciendo en voz alta: Muchos de los que se han mudado a ese gran espacio pensaban que sus negocios, tareas o faenas se vendrían a pique. Tuvieron que llegar aquí para darse cuenta que “los cementerios están llenos de gente imprescindible”. Pensaron que eran los únicos que podían hacer aquella tarea o propósito y, sin embargo, otros la han seguido, muchos incluso mejorándola. Cambio, pues, mi brindis : “Por nosotros para que sepamos que nadie es imprescindible en esta tierra que desnudos vinimos a este mundo y desnudos nos iremos, pues polvo somos y polvo volveremos  a ser”.


Todos a una, levantando su copa, prorrumpieron: ¡ ¡ por ellos, por los que saben no son imprescindibles.