Se empeñó en seguir
trabajando hasta los setenta. Sus compañeros no lo entendían. Cobrando lo mismo
trabajando que no, pues pasaba con creces del tope máximo de edad pedido,
ciertamente era de difícil comprensión. Pero a los 68 le dijeron “hay que dar paso
a los jóvenes, compañero”. Salió decepcionado. ¿Qué podían dar los jóvenes que
no hubiera dado ya él con antelación. En sus “enormes” (así le llamaba alas
horas que a su juicio debería estar trabajando) se acercaba cada día a una
librería y continuaba en la biblioteca municipal. Rastreaba en una los libros
más viejos y haciendo resúmenes de su autor y la fecha de escritura. Luego en
la biblioteca buscaba en la red la edad de nacimiento) y hacía un paralelismo
entre la fecha de publicación del libro y la edad de su autor. Sacó como
consecuencia que entre más edad tenía el escritor más éxito había obtenido el
libro. Buscaba también periodos de más de cincuenta años y veía en otro mundo a
los nuevos políticos y recientes empresarios. Resumía el tema en pocas palabras
y lo comentaba con sus nietos cuando iban a
verlo. “Abuelo, para que estudiar ahora?”.
Si entre más viejos más
rendimos, vivamos ahora la jubilación, y tú no cumplas más años para que veas
nuestro primer trabajo a los setenta. Ese día ya te podrás morir tranquilo,
pues has dejado el mundo al revés.
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