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viernes, 26 de noviembre de 2021

Pantone humano

En la vida no existe el blanco absoluto ni el negro perfecto. La vida es una sucesión de grises, más o menos intensos. Y está bien que sea así. Es la única forma en la que puede llegar el crecimiento personal. De hecho, las crisis sirven (…o deberían) servir para eso. Son los peldaños de una escalera.


La vida del hombre no se puede todo en los extremos, ni a nivel personal, ni a nivel colectivo. La búsqueda de la felicidad, de aferrarse a ella cuando se roza o puntualmente se consigue, es una aspiración lógica, pero una quimera que puede conducir a la melancolía.


Aceptar esa variedad de intersecciones de blancos y negros, la amalgama de colores en nuestras vidas cotidianas es parte de nuestra esencia.





domingo, 3 de mayo de 2020

Una sonrisa

A nadie le puedes obligar que esté alegre ni darle la orden de que sonría todos los días a las cinco de la tarde. El  novelista alemán Hermann Hesse dice que los rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos hombres y mujeres se deben a que “la felicidad solo puede sentirla el alma, no la razón, ni el vientre, ni la cabeza, ni la bolsa”.

Yo me apuntaría -comentó un amigo- a un cursillo de carcajadas. Igual hay quien pueda darlo, no lo sé, aunque no será fácil dar con él. No confundir con carcajada vacía, euforia pasajera, o esa alegría que se queda fuera del fuera, a la puerta de nuestro corazón y que nunca llegará a apoderarse del mismo.

La alegría tiene mucho que ver con la felicidad de cada uno. Y no hay, como dice el refrán -y los que hemos vivido- felicidad que cien años dure. No hace falta. No sabríamos distinguir la felicidad real de la sobrevenida.


jueves, 20 de febrero de 2020

Búsquedas


¿Quién no desea ser feliz? Hay muchas frases, adagios, recetas que apuntan hacia ello. Y mientras algunos la buscan en cosas externas, todos los indicios apuntan a que está en el interior de cada uno, que es más una actitud que una meta. La buscamos por sitios diferentes, algunos inverosímiles, hasta debajo de los piedras, y en ocasiones, dadas las dificultades que la vida nos trae, perdemos la ilusión y se nos decae el entusiasmo.

Lo que sí parece cierto es que no se logra en el atropello de idas y venidas, de quererlo abarcar todo, de tener y de consumir, o en el propio estrés de la vida, sino que necesitamos de una bonanza interior para ser consciente de la misma. Es más, como que solo en el sosiego llegaremos a ella.

Y la pregunta del millón suele ser si podemos ser felices careciendo de medios económicos suficientes, teniendo pocas virtudes o cualidades como para ostentar altos cargos y tener grandes poderes. Es decir, si llevando una vida normal, como la de cualquier ciudadano, pudiera uno ser feliz. Y mientras unos te dicen que el dinero no da la felicidad pero ayuda a ello, y otros te apuntan a motivos interiores, incluso de tipo espiritual, no todos aceptamos que pueda ser verdad, y nos quedamos como desconcertados.

Un amigo me decía el otro día que él se sentía creyente, que no tenía grandes razones, pero que tampoco las tenía para dejar de serlo, que fue educado así, y que eso le ha venido bien como motivación interior para afrontar la vida incluso en momentos difíciles personales, pero que eso no significaba que estuviera en desacuerdo con lo que yo planteaba en algunas de mis reflexiones, pues no siempre la Iglesia hacía y ejecutaba el mensaje del Evangelio, dado que en momentos aplicaba acuerdos o convenciones culturales que luego traspasaba como cosas para siempre. Pero que a pesar de ello no renunciaba a su condición creyente y a su fe en Dios pues le motivaba a luchar y a afrontar la vida, dándole serenidad en momentos de agobio.

Me gusta la sencillez de este tipo de personas. Si hay quienes defienden las disciplinas mentales como la meditación trascendental, el misticismo oriental, la gnosis, los misterios iniciáticos como motivos de paz interior, ¿por qué no hacerlo directamente de Dios? Es como si no estuviera de moda, o, casi diría yo, como si algunos nos lo hubieran secuestrado para sus ideologías y afinidades y eso lo hace menos motivante para la gente joven de hoy.

Y pensándolo bien, aunque Dios hoy no parezca muy interesante, todas esas doctrinas nuevas de tipo esotérico, a la que mucha gente sigue hoy con ilusión, tienen detrás la creencia en la divinidad, a la que llaman de muchas maneras. Al fin de cuentas es lo mismo. Quizá es una forma de organizarse o agruparse unos con otros dado que no han obtenido respuesta en otro tipo de instituciones. Porque lo que sí voy viendo es que, si bien la felicidad es algo personal no se logra individualmente, sino necesita de la cohesión con otras personas, grupos, comunidades  o como queramos llamarle.

O sea que los deseos de felicidad, de paz interior, de sosiego mental, de búsqueda de lo divino, en el fondo, no han pasado de moda y siguen interesando a muchos en nuestra sociedad, aunque no todos lo expresemos de la misma manera.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Fresas, fresas, fresas


Me encantan las fresas. Desde pequeño las pedía en el postre cada día. Y cada día sonaba igual la respuesta de mi madre: en mayo, mi hijo, que es su mes. Y así fue.

En mayo me convertí en un adicto a la fresa, pero desde que la ingeniería genética descubrió qué las fresas también podrían cosecharse los demás meses del año, la casa fue pintada de morado.

Pequeños cambios, ya lo sé, que vienen de la mano de esa revolución tecnológica constante tan de nuestros días. Nada comparado, por supuesto, a descubrir un nuevo fármaco, capaz de acabar con una pandemia hasta ahora intratable, o a descubrir vida en algún exoplaneta lejano al cual, de todas formas, no tenemos por ahora la posibilidad de acceder.

Da igual, lo que tengo claro es que el mundo -mi mundo- es más feliz con fresas todos los días.




lunes, 16 de septiembre de 2019

Ikigai



Según los japoneses, todo el mundo tiene un ikigai, un motivo para existir. Algunos lo han encontrado y son conscientes de su ikigai; otros lo llevan dentro, pero todavía lo están buscando. Este es uno de los secretos para una vida larga, joven y feliz como la que llevan los habitantes de Okinawa, la isla con la población más longeva del mundo.

10 leyes del ikigai

1. Mantente siempre activo, nunca te retires.
Quien abandona las cosas que ama, y sabe hacer, pierde el sentido de su vida. Por eso, incluso después de haber terminado la vida laboral “oficial”, es importante seguir haciendo cosas de valor, avanzando, aportando belleza o utilidad a los demás, ayudando y dando forma a nuestro pequeño mundo.

2. Tómatelo con calma.
Las prisas son inversamente proporcionales a la calidad de vida. Como dice un viejo proverbio: “Caminando despacio se llega lejos”. Cuando dejamos atrás las urgencias, el tiempo y la vida adquieren un nuevo significado.

3. No comas hasta llenarte.
También en la alimentación para una vida larga, “menos es más”. Según la ley del 80%, para preservar la salud mucho tiempo, en lugar de atiborrarse hay que comer un poco menos del hambre que tenemos.

4. Rodéate de buenos amigos.
Son el mejor elixir para disolver las preocupaciones con una buena charla, contar y escuchar anécdotas que aligeren la existencia, pedir consejo, divertirnos juntos, compartir, soñar... En suma, vivir.

5. Ponte en forma para tu próximo cumpleaños.
El agua se mueve, fluye fresca y no se estanca. Del mismo modo, tu vehículo para la vida necesita un poco de mantenimiento diario para que pueda durar muchos años. Además, el ejercicio segrega hormonas de felicidad.

6. Sonríe.
Una actitud afable hace amigos y relaja a la propia persona. Está bien darse cuenta de las cosas que están mal, pero no hay que olvidar el privilegio de estar aquí y ahora en este mundo lleno de posibilidades.

7. Reconecta con la naturaleza.
Aunque la mayoría de seres humanos vivan en ciudades, estamos hechos para fundirnos con la naturaleza. Necesitamos regularmente volver a ella para cargar las pilas del alma.

8. Da las gracias.
A tus antepasados, a la naturaleza que te provee aire y alimento, a tus compañeros de vida, a todo lo que ilumina tu día a día y te hace sentir dichoso de estar vivo. Dedica un momento del día a dar las gracias y aumentarás tu caudal de felicidad.

9. Vive el momento.
Deja de lamentarte por el pasado y de temer el futuro. Todo lo que tienes es el día de hoy. Dale el mejor uso posible para que merezca ser recordado.

10. Sigue tu ikigai.
Dentro de ti hay una pasión, un talento único que da sentido a tus días y te empuja a dar lo mejor de ti mismo hasta el final. Si no lo has encontrado aún, como decía Viktor Frankl, tu próxima misión será encontrarlo.



martes, 27 de agosto de 2019

Desaprender


"En la vida todos tenemos un secreto inconfesable, un arrepentimiento irreversible, un sueño inalcanzable y un amor inolvidable."

Las mujeres y hombres maduros de ahora hemos llegado a una edad maravillosa en la que emprendemos el camino del desaprendizaje. Fuimos criados con la creencia de que debíamos ser los mejores en todo: mejores estudiantes, mejores esposas, mejores esposos,  mejores profesionales, mejores madres y padres, amigos, etc. Fuimos educados con la creencia de que TODO es pecado.

Ha llegado la hora del desaprendizaje o lo que mi hija llama graciosamente, el importaculismo ("Todo me importa un culo"). Ha llegado la hora de decir NO en muchas ocasiones, de mandar al carajo los compromisos y las obligaciones. Pasó la hora de las responsabilidades desvelantes.

Ahora nos gusta estar solos, disfrutar buenas conversaciones con gente que no nos insulta y que cree lo mismo que nosotros o que no le importa que opinemos diferente. Es la hora de hablar de todo sin necesidad de sostenerlo como medio de defensa. Es hora de ver películas, de estar en una finca, de ir a pescar al río durante la semana, de leer, de escuchar, de sonreír y de burlarse de la mayoría de los mortales que viven pendientes de las pendejadas.

Nosotros ya demostramos que las responsabilidades fueron bien atendidas por nosotros, que hicimos las cosas lo mejor posible, que dejamos huellas, que somos buenas personas.

Lo que nos queda de vida es para nosotros, para disfrutar, para cumplir el mandamiento divino de amarnos a nosotros mismos. Por eso vamos a hacer lo que nos da la gana. Viajar al máximo, tomando café con amigas y amigos, conversando con todo el que nos encontremos. Ya pasó la época de los roles. Lo que fuimos, fuimos. Ahora somos para nosotros mismos sin tener que rendir cuentas a nadie.

Los demás seguirán su camino de responsabilidades y de afanes, de preocupaciones y nerviosismos. Nosotros ahora, estamos por encima del bien y del mal.
 
Vamos a museos, asistimos a conferencias y si no nos gusta nos salimos sin que nos importe, redescubrimos al Quijote. Ahora asistimos con mayor frecuencia a entierros y nos damos cuenta de que se aproxima el nuestro, pero estamos preparados, pues al fin y al cabo vivir es mortal. La vida es para nosotros una profunda experiencia interior, lejos de mitos, ritos, limosnas y pecados sin fin.

Es la hora de empezar a relajarnos y de conversar largas horas con uno mismo, que es el único que permanece siempre, ahora y después de que abandonemos la nave del cuerpo. Nos rodean pocos seres a quienes amamos profundamente y que seguirán viviendo sus propias experiencias, estemos nosotros o no.

Mandaremos para donde sabemos a la gente que nos molesta, la tóxica. Quienes nos buscan sin egoísmos van a encontrar una sonrisa, una mirada tierna y comprensiva, un consejo acertado o no, afecto. Somos, ahora sí, libres de ataduras, de prejuicios, de creencias.

Harold Schlumberg

“Especial para mayores de 50 Primaveras”