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martes, 16 de noviembre de 2021

Siempre me ha llamado la atención, cuando Ignacio viajaba a África, la sonrisa de los niños y de las mujeres; eso tiene una explicación, no conocen otra cosa y entonces no lo pueden desear, lo malo es cuando se dan cuenta que el mundo no es como ellos viven, entonces se apaga la sonrisa y aprenden a sobrevivir y a ganarse la vida de cualquier forma, por ejemplo piden dinero si quieres hacerles una foto, si preguntas por una dirección, se pelean por llevarte una maleta y es entonces cuando pierden la inocencia y se dan cuenta que su futuro pasa por salir de su país .


Siempre estuve en contra de esa expedición política de traer a los niños saharáuis de verano, les enseñas otro modo de vida, -Corte Inglés, piscina, playas comida, golosinas, el cabildo le regala una gorra y una caja de lápices, todo muy útil-. Y después lo devuelves a una jaima en pleno desierto, sin medicinas, sin colegios y sin lo más elemental para sobrevivir. ¿Creen que les han hecho un favor? Les han creado unas necesidades que antes no tenían ni tienen posibilidades de tenerlas.


Los reclamos políticos son crueles sobre todo cuando se utilizan niños. 


(Mappi Gonzáles)




martes, 12 de mayo de 2020

Ilegales

Da igual que sean tiempos de coronavirus no. Si me apuras la situación ha empeorado porque no es un tema que ahora se debata en ningún foro oficial, ya sea político, social o de otro tipo. Pero no por ignorado deja de existir. Me refiero a los llamados “emigrantes ilegales”.

Y sin embargo, sabido es que la ONU ha recomendado -según he leído- la de adhesión de los países a la Convención Internacional sobre trabajadores migrantes. Menuda sorpresa me he llevado al descubrir que los países que componemos la Unión Europea ninguno la hemos firmado. Nosotros, los defensores de los derechos humanos, los paladines de las libertades, los que exigimos respeto a los derechos humanos a los países pobres. Para empezar el tema, es algo muy curioso.

De todos los que migran, los que no tienen papeles son también los que menos derechos tienen. Lo peor es que se les llaman personas ilegales. Sí, se les conoce en el lenguaje oficial como inmigrantes ilegales. Y yo, que me creía que todas las personas, sean cuales fuesen, somos legales. Pues eso significa que para ellos no sirve el derecho ni la justicia, porque si estas cosas están para las personas, y esta clase de inmigrantes son ilegales, la consecuencia del silogismo está clara. ¿Me estoy enrollando? Es posible, pero este lenguaje oficial hay que revisarlo. Todos los seres humanos somos iguales en dignidad, por tanto todos legales. Y la Convención de referencia habla de ello: que todas las personas, estén o no en situación regular, tienen derechos. Ya que, como se nos ha repetido hasta la saciedad, los Derechos Humanos son universales, indivisibles, interdependientes e irrenunciables.

Así pues, si este blog sirviera al menos para tomar conciencia de algunas cosas, me uno desde aquí a la reclamación de que pronto España y demás de la Unión Europea firmen la Convención Internacional citada y así pongamos en práctica los Derechos Humanos de los que nos confesamos creyentes.


sábado, 17 de noviembre de 2018

Madre e hijo


Desde lejos veíamos a una mujer que corría. Aunque tropezaba a veces seguía corriendo. Al hombro llevaba una pequeña mochila y en sus brazos un niño pequeño.

Miraba para todos lados. Quizás quería detenerse, parar y descansar. Pero no lograba encontrar ese sitio, esa pausa sosegada y segura que las madres precisan. Un sitio donde el viento apacible jamás se interpusiera entre su pecho y el labio de su hijo.

La vimos llegar con su cara de búsqueda. Pasó cerca de nosotros. Vimos cómo buscaba por las calles, jardines y bajo los tejados de las iglesias y por los caminos desnudos y carreteras llenas de árboles buscaba un rincón. Y siguió corriendo.

En la orilla de un río cerca del mar veo una barca vacía y de repente dos  jóvenes que se montan en ella y pienso:

- Podría irme con ellos. ¿Qué es lo que perdería? Pierdo el cariño de unos vecinos que tienen el mismo problema que yo: "buscar un sitio para dar de comer a su hijo; si nos quedamos aquí el futuro lo tenemos claro -seguir buscando-. Si nos vamos igual tenemos la suerte de encontrar pan para mi hijo”.

Y mientras el niño sollozaba débilmente, pasaban las horas, los días, las semanas...  colgado de la espalda de su madre, para quien el peso ya se le estaba haciendo un poco duro.