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lunes, 15 de enero de 2018

30.000


No hace ni un año un amigo –en encanta poder usar ese sustantivo- me propuso una aventura: buscar un espacio en el que poder opinar, reflexionar, explorar incluso sobre cualquier tema. Me sugirió que buscara un nombre. Cuando le propuse éste -Mapa de Horizontes Cercanos-no tardamos en ponernos de acuerdo. La palabra “mapa” abría el pensamiento a la búsqueda de lugares desconocidos (tierras y mares), donde encontrar tierras desconocidas y gentes por conocer. La palabra “horizontes” nos daba sensación de espacios abiertos que nuestra innata curiosidad nos llevaba a recorrer. La de “cercanos” quizás sea porque esas personas, esas tierras y esos mares por conocer, están siempre más próximos de lo que nos creemos.

Y hoy, que alcanzamos las 30.000, visitas no está de más agradecer, a todos los que en algún momento habéis tenido la gentileza de leer alguno de nuestros comentarios, vuestros minutos robados a cosas más importantes.

Aquí seguiremos. Pocas veces hemos faltado a esta cita diaria que nos hemos autoimpuesto. Una cita que no pesa, todo lo contrario.


Por eso, a vosotros os repetimos 30.000 veces gracias.


viernes, 29 de septiembre de 2017

Diario de Miguel

He estado en casa de Jero. Hoy ha resultado difícil compartir historias y contarnos nuestras cuitas. Estaba totalmente centrado en la investigación del origen y procedencia de una balsa que recientemente había aparecido por las costas del norte de la isla y que portaba tres viejos baúles, parecidos a los de los piratas de antaño, que contenían viejos mapas de los que, aunque es lo que señalaban. Solo conversamos el tiempo que me llevó comerme una naranja de las que siempre tiene junto a su mesa de escritorio. Para él son sus botellas de agua de cada día.


He vuelto de su casa con la cartera llena de documentación: libros, revistas y algunos artículos que él había recortado hace tiempo. De entre los libros me ha tocado la curiosidad uno titulado: “Bajo la influencia de las muñecas rusas”. Se trata, al parecer, de una leyenda que cuenta cómo los vecinos de un pueblo se comprometían cada uno a darles acogida diariamente a tres muñecas pequeñas y pegadas, pasándoselas de uno a otro y que solo se podían poner sobre una piedra agujereada que sirviera como base de las imágenes que se pasaban. Lo básico de la leyenda está en que el día que se te olvidaba pasarla al vecino correspondiente la situación climática del pueblo cambiaba a negativa. Era siempre el aviso de que alguien estaba fallando en la cadena del compartir y el recuerdo permanente de que amar no es tanto algo que te da el otro, sino el amor es lo que uno da y comparte. Y era, a su vez, la señal de que en aquel pueblo había una buena y positiva energía amorosa.