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domingo, 12 de enero de 2020

Semanas de cuatro días (laborables)

No, no son ya ni una ni dos las empresas que en nuestro país optan por reducir la jornada laboral de sus trabajadores sin reducir por ello los salarios abonados. Cierto que aun es noticia digna de ser reseñada en los medios de comunicación.

Está muy cerca la crisis pasada (si es que terminará de pasar algún día) como para que nos suene lógica la solución adoptaba por estas empresas. Y, sin embargo, tiene toda la lógica del mundo. Se suponía en base a la teoría económica -esa ciencia estudiada en universidades- que a eso habríamos de llegar algún día. No todos los sectores, no todas las empresas del mismo sector no todos los países, no… y no todos al mismo tiempo, pero, tarde o temprano había que llegar.

Los economistas siempre nos han hablado del aumento de la productividad como un hito imprescindible para que ese futuro “idílico” y liberador acabe plasmándose en hechos concretos -bienestar, tiempo libre, condiciones laborales…-. Esa productividad, en muchas ocasiones fruto del acelerado cambio tecnológico, ya es un hecho. No es una utopía.



En países desarrollados, como Finlandia o Suecia, primero en el sector público, pero poco a poco en el privado, las jornadas laborales comienzan a reducirse, sin merma en la retribución de los trabajadores. Curiosamente, la productividad lejos de disminuir ha aumentado.

Tiempo al tiempo. Esto acaba de empezar y va para largo… pero va.

sábado, 12 de octubre de 2019

Cómplices


Tener menos gastos y cambiar el servicio de limpieza. O lo que es lo mismo: pagarle menos y que trabaje más. Esa parece ser la conclusión de mi comunidad de vecinos en estos temas de aseo y limpieza de escaleras y portales. Es que limpiar no parece un trabajo a valorar y considerar. No sirvieron mis argumentos. Es un trabajo cansado, físicamente agotador. Humanamente imposible pedir más en seis horas. Y además hubo gente que ni protestó del tema. Permaneció sin decir esta boca es mía

Desde siempre estos trabajos de limpieza se han visto infravalorados. Como si solo valiéramos los que hemos podido acceder a un título de técnico medio o universitario; como si solo fuéramos dignos de consideración los que nos sentamos detrás de una mesa, utilizamos un ordenador o damos unas charlas o clases. Las limpiadoras y los limpiadores no valen tanto. Lo mismo pasa en la oficina donde trabajo. Viene una chica una vez a la semana tres horas y pretenden que ocho despachos, dos pisos y una escalera se queden brillando durante toda la semana. A eso hay que añadir los baños que se usan a diario, tanto por personal como por visitantes. Lo comenté en voz alta en una reunión, referí mis apreciaciones y valoraciones anteriores y casi me matan. Poco falto para que se me acusará de deslealtad a la empresa. Propuse que fuéramos nosotros, si no tenemos dinero para la chica de la limpieza, los encargados de asear nuestros propios despachos y no fueron pocas las burlas que cayeron sobre mí. Sugerencia en vano.

El mundo anda mal repartido, me lo decía mi abuela. Pero que los que presumimos de conciencia social y nos quejamos de la insensibilidad de los políticos en estos temas somos cómplices, por silencio al menos, de esta injusta situación.

No sé al final qué pasó en la comunidad, pues me fui antes de que acabara en la reunión. Era voz la clamaba en el desierto.




sábado, 28 de septiembre de 2019

I robot


Ése es el título de una histórica novela de Isaac Asimov -también de una película con temática relativamente similar-, en la que el autor enunciaba las tres conocidas leyes de la robótica-, según las cuales:

1.- Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
2.- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.


Hasta ahí todo perfecto; perfecto si no fuera porque esas leyes nunca se cumplen. Los “drones”, cuyo uso no ha hecho más que empezar, ya han sido utilizados en acciones militares y, casi con toda seguridad, habrán causado la muerte de alguna persona o algunas personas. Pero no hace falta llegar a esos extremos para entender que la presencia de robots no es inocua en la actividad cotidiana de la gente. Muchas veces para bien, pero otras no tanto.

Muy recientemente, el Juzgado de lo Social nº 10 de Las Palmas de Gran Canaria acaba de sentenciar la improcedencia de un despido de una trabajadora, con una antigüedad de 13 años en una empresa, que había perdido su trabajo al ser sustituida, sin más, por un programa informático. El motivo: la productividad (hecho seguramente cierto) como motivación fundamental para la decisión.


Pero este hecho ni es nuevo ni, a veces, es tan evidente. Infinidad de puestos de trabajo se han perdido en los últimos años en todas las industrias y servicios en las que ha irrumpido la revolución tecnológica de las dos/tres últimas décadas.

Un robot -una máquina- no se fatiga, no tiene una jornada laboral regulada, no reclama derechos sociales, aumentos salariales… y cuando se vuelve obsoleta y sale del proceso productivo por su obsolescencia, no reclama una pensión digna a costa de un estado, que ha de recaudar los recursos necesarios para pagárselo.

Oponerse a esta transformación es además inútil. Va en contra de la Historia y de la naturaleza humana. Pero, tarde o temprano, habrá que encontrar mecanismos que aseguren condiciones sociales satisfactorias para los desplazados (y todos somos susceptibles de serlo…) actuales y futuros.

Ignoro si la solución es que “los robots también paguen impuestos” (es decir, sus propietarios o empleadores). Pero no estaría de más empezar a planteárselo.



jueves, 18 de abril de 2019

A una madre trabajadora


Araceli: Para una madre trabajadora, y por otra parte dedicada en tiempo y alma a sus hijos, un esguince es una cosa fastidiada. Porque necesita tiempo para descansar.

Pero dicen y algo de razón hay en ello que no hay mal que por bien no venga; descansa el tiempo que necesites, pero no lo hagas obligada, sino con relax.

Aprovecha ese contacto diario, tú y yo con la naturaleza, para sentir cantar las hojas de los árboles y ver cómo bailan las frutas en las ramas de los árboles; contempla las nubes que flotan dormidas en el espacio; sopla fuerte y hazlas estacionar, girar. Sí, no hay mal que por bien no venga. Nada eres tú, nada somos los demás. Cuerpos que flotamos nos dejamos llevar del viento y el viento es aire siempre de viaje.