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jueves, 29 de octubre de 2020

La mala fe

Que hay gente que en circunstancias concretas actúa mal y molesta a terceros -sin intención de ello- seguro que por experiencia propia. Todos y cada uno lo sabemos. Pero que también hay gente lo hace conscientemente, de una forma intencionada, buscando hacer daño.

Tenemos trato con esas personas las nocivas- y, a veces, han de pasar años para darnos cuenta de su naturaleza. La mayor parte de esas situaciones se nos hacen evidentes cuando sufrimos en carne propia las consecuencias de sus actos.

Calma. Lo normal es pecar de ingenuos. Encontrarnos con este tipo de situaciones es normal y requieren un tratamiento individualizado.




lunes, 17 de septiembre de 2018

Edadismo


Con frecuencia leemos anuncios de empresa de trabajo los que se pone una condición: para menores desde 45 años.

Un fenómeno al que se ha dado en llamar edadismo. ¿Es que faltan entusiasmo,  ganas,  capacidades si es más de 45 para trabajar responsablemente?

Dadas las estadísticas  parece que esto es lo que ocurre. Según los datos de la EPA del año pasado la mitad de todas las personas en paro tiene más de 45 años.

Y según los datos del Instituto Nacional de Estadística se afirma que cerca de un 30% de las personas de más de 45 años en nuestro país afirma haber sufrido discriminación por su edad.

Y en el caso de las mujeres la discriminación es doble pues no sólo existe el problemas del edadismo sino también el del machismo.

Por otra parte, nos enfrentamos a un fenómeno de envejecimiento de la población nunca antes vista. La vejez, no se nos olvide, no es una enfermedad. Y deberíamos ser capaces de construir una sociedad para todas las edades. Pues nuestra sociedad no se caracteriza precisamente por un acompañamiento a las personas mayores. Nos hemos olvidado de su sabiduría y de su buen hacer y ya ni siquiera pedimos su opinión. Ya nos daremos cuenta, pero mientras comentemos un continuo despilfarro.




jueves, 5 de julio de 2018

Futuro imperfecto


No todo es como deberá ser. Tiene quince años y una larga historia tras él. Es el manifiesto de una supernueva generación que para nada se parece a la del que esto escribe ni para los que detrás vinieron.

No tenía dos años cuando sus padres se separaron. El padre nunca lo dejó atrás. El convenio estableció cada quince días un fin de semana. Su voluntad fue todos los domingos. Y le añadió martes y jueves. Claro, tenía a sus padres, los abuelos del niño, que le echaban una mano. Tarde o temprano el crío no esperó  a la mayoría de edad. A los catorce se vino a vivir con su padre. La mamá, sin grandes problemas, le dio la custodia. Vive con todo hecho. Su padre se cabrea con él, pero le da todos los caprichos. Si suspende lo entiende: “yo tampoco quise estudiar, y aquí estoy trabajando”. Mal razonamiento para la época que le toca vivir. El chaval, superinteligente. Pero siempre suspende. Ha repetido curso. Y está a punto de volver a repetirlo. De nueve, ha aprobado siete asignaturas. Por lo menos cuatro tendrás que aprobar en septiembre. Suspender no es algo que viva como un problema. Hay que ser positivos. ¿Cuatro? No. Iré por las siete. Lo dice convencido. Se lo cree. Pero no dedica tiempo a estudiar. La vida al revés. Y es feliz.