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domingo, 26 de diciembre de 2021

Un acontecimiento al que estamos acostumbrados a diario: una mujer dando a luz una nueva vida.

Una fiesta como todas, en realidad: comer, beber, estar juntos. Música.


La costumbre de regalar a otros, como reconocimiento de los afectos, del cariño…



Y, sin embargo, hay que hace a estos días especiales -en algún lugar he leído que revolucionarios. Porque ese parto de esa mujer lo cambió todo. Y porque, en realidad, lo de menos es comer y beber, lo demás es estar juntos y poder demostrar ese efecto mágico que nos deja en el alma, esa sensación de unión, liberara con la música de esos villancicos, que pasan de generación en generación.


Sí, es cierto que algunas costumbres cambian, incluso algunas se pierden. Pero ha ocurrido siempre. Surgen otras nuevas -ni mejores ni peores: distintas-.


De lo que tenemos que ser conscientes es de que son fiestas cargadas de simbolismo, con el mismo amor (no le tengamos pudor a la palabra) de siempre.






sábado, 6 de febrero de 2021

La plaza del barrio

Le vi por primera vez en el jardín de la pequeña plaza del barrio. A través del pequeño espacio entre las hojas de los árboles nuestros ojos se encontraron. Pero él, con cara de tímido, se fue corriendo. Y aquel “hola” que yo quería decirle se siguió moviendo de aquí para allá con las hojas de otoño. Al igual que la cinta de mi muñeca que se me enredó en las hojas de los árboles cuando intenté ir tras él. Voy con frecuencia al pequeño jardín –a la misma hora y al mismo sitio. Pero ni la puesta del sol le hacía aparecer.

Y así llegó la primavera con sus primeras flores que parecían cansadas de aquel pequeño esfuerzo por ver la luz del sol. Y mi corazón volvió a vestirse del verde de la esperanza, o más aún del verde de deseo. Y aún en primavera esperaba que aquellos ojos que yo vi volvieran a nacer.

La primavera se acababa, cada día iba despidiéndome de ella. Faltaban dos días para eso y la primera de esas dos noches me senté en la yerba. Así sentada, oigo una voz varonil que llegaba de mis espaldas que me dice: “Solo vi tus ojos una noche, y no se me han olvidado”. Volví la vista hacia atrás y, pasado el asombro contemplativo, corriendo hacia él, y sosteniéndonos con las palmas de nuestras manos, sentí cómo introducía en una de mis muñecas la cinta que aquella noche había perdido, y que él había guardado con la esperanza de verme. Y aquel hueco entre los árboles donde nuestros ojos se encontraron un día fue aquella noche la experiencia conjunta de una mezcla entre otoño y primavera.






viernes, 11 de diciembre de 2020

Seis historias

Espero que te gusten estas seis historias.

Son tan pequeñas que sólo te tomará un minuto leerlas.

1.- Un día, los hombres del pueblo decidieron orar para pedir que lloviera. El día de la oración, toda la gente se reunió, pero solo un niño llegó con paraguas.
Eso es FE

2.- Cuando avientas a un bebé en el aire y se ríe es porque sabe que lo atraparás de nuevo.
Eso es CONFIANZA

3.- Cada noche nos vamos a dormir, sin la seguridad de que estaremos vivos a la mañana siguiente y, sin embargo, ponemos la alarma para levantarnos.
Eso es ESPERANZA

4.- Hacemos grandes planes para mañana a pesar de que no conocemos el futuro en lo absoluto.
Eso es SEGURIDAD

5.- Vemos el sufrimiento en el mundo y, a pesar de ello, nos casamos y tenemos hijos.
Eso es AMOR

6.- Había un anciano con la siguiente leyenda escrita en su camiseta: “No tengo 70 años, Tengo 16 con 54 años de experiencia”.
Eso es ACTITUD


¡Vive tu vida así, con Fe, Confianza, Esperanza, Seguridad, Amor y Actitud!



martes, 1 de diciembre de 2020

Nada es para siempre

Hace tiempo que con ambos me une una fuerte amistad. No eran unos pipiolos cuando se enamoraron. Llevan juntos sobre los treinta años. Ramón trabajaba fuera de la isla, y un verano se conocieron. Un año no más duró él en la capital del país. Tenía un buen trabajo, y lo dejó por ella. Podía haber sido al revés: ella dejar la isla, donde no tenía trabajo, y establecerse en Madrid. Pero la gran ciudad no era para ella. Así que Ramón dejó su trabajo, su círculo de amistades -entre las que me cuento- y volvió a su isla con Raquel, su amada.

Los veranos siguientes frecuentábamos el trato. Todo parecía indicar que caminaban en sobresaliente. El año pasado noté triste a Ramón y distante a Raquel. Cuando me llevó al aeropuerto de regreso yo a la península me dijo que, con la experiencia adquirida, hoy no se hubiera casado. Ni tiempo nos dio a hablar del tema pues fue llegando al aeropuerto. Por teléfono me puso más o menos al corriente. Intuía primero y descubrió más tarde que Raquel hacía migas muy íntimas con un compañero de trabajo. Y era yo el primero en saberlo.

Le molestaba que otros se enterasen, pero de alguna forma tenía que desahogarse. El miedo a hacer el ridículo en el entorno social en que se movía no solo laboral sino socialmente, pues presidía una asociación de tipo cultural muy respetada en la ciudad, le paralizaba para decidir. Y además el seguía enamorado y tragaba. Intenté hacerle ver que dado que las relaciones internamente habían naufragado lo mejor era vivir cada uno su vida sin depender para nada del otro. No terminaba de decidirse.

Hace unos días, de paso por la isla por motivos familiares, quedé con Ramón para cenar. Un grupo reducido celebraban un cumpleaños. Con mezcla de todas las edades no se les distinguía aunque se escuchaba la algarabía. Amén de que nosotros dos estábamos centrados en la toma de decisiones que Ramón evitaba. Pero aquella noche el miedo al ridículo tenía ya marcado su destino final. La vida a veces parece una broma, y en este caso una broma pesada. Cuando ya tarde no cabían más cubitos en la mesa del fondo y nosotros habíamos pedido la cuenta, una pareja entró en el restaurant con intención de sentarse en una mesa. Cuando llegaron a nuestra altura frenaron en seco y se oyó una voz femenina con un: “Uy perdón, nos hemos confundido”. Permanecí descompuesto con una sonrisa rota desdibujada en la faz, mientras Ramón, con su brazo sobre mi hombro, sin saber si llorar o reír me preguntaba si le hacía un hueco en mi apartamento aquella noche.

A la mañana siguiente, en el horario laboral de Raquel, le ayudé a hacer las maletas y salir de la que había sido su casa durante treinta años. Yo si sudé de verdad mi camiseta esa mañana, mientras él, como si nada hubiera pasado, comentaba la vida quería llevar hace tiempo y no se había decidido.


martes, 21 de julio de 2020

Pablo Neruda - Oda Al Amor

Amor, hagamos cuentas.
A mi edad
no es posible
engañar o engañarnos.
Fui ladrón de caminos,
tal vez,
no me arrepiento.
Un minuto profundo,
una magnolia rota
por mis dientes
y la luz de la luna
celestina.
Muy bien, pero, el balance?
La soledad mantuvo
su red entretejida
de fríos jazmineros
y entonces
la que llegó a mis brazos
fue la reina rosada
de las islas.
Amor,
con una gota,
aunque caiga
durante toda y toda
la nocturna
primavera
no se forma el océano
y me quedé desnudo,
solitario, esperando.

Pero, he aquí que aquella
que pasó por mis brazos
como una ola
aquella
que sólo fue un sabor
de fruta vespertina,
de pronto
parpadeó como estrella,
ardió como paloma
y la encontré en mi piel
desenlazándose
como la cabellera de una hoguera.
Amor, desde aquel día
todo fue más sencillo.
Obedecí las órdenes
que mi olvidado corazón me daba
y apreté su cintura
y reclamé su boca
con todo el poderío
de mis besos,
como un rey que arrebata
con un ejército desesperado
una pequeña torre donde crece
la azucena salvaje de su infancia.
Por eso, Amor, yo creo
que enmarañado y duro
puede ser tu camino,
pero que vuelves
de tu cacería
y cuando enciendes
otra vez el fuego,
como el pan en la mesa,
así, con sencillez,
debe estar lo que amamos.
Amor, eso me diste.
Cuando por vez primera
ella llegó a mis brazos
pasó como las aguas
en una despeñada primavera.
Hoy
la recojo.
Son angostas mis manos pequeñas
las cuencas de mis ojos
para que ellas reciban
su tesoro,
la cascada
de interminable luz, el hilo de oro,
el pan de su fragancia
que son sencillamente, Amor, mi vida.