Desde joven
pensó que cuando formase pareja sería por amor hacia la otra persona. Cuando le
sobrevino el momento creyó hacerlo así. Pero pronto se dio cuenta que es
difícil amar. Sentía que era algo así como entregar todo su ser, toda su
persona en las manos de otro/a. y siempre iban a ser unas frágiles manos que le
motivaban a tener algo de miedo personal con esa actitud de amar de lleno, de
ponerse en las manos de otro. Y ¡qué líos se hacía! ¡Se hacían! y porque así lo
había compartido y hablado con su pareja.
Hasta que un día
descubrió que en el amor no están todas las repuestas. Porque, además, el amor
duele, lastima, hiere. Duele ante la enfermedad o muerte de los que amamos.
Duele en la infidelidad, en la mentira, en la agresividad. Y la soledad y distancia
se muestran como sanas respuestas. ¿Solución a este caos de amor que vivía?
Amarse él mismo también. Y amarse y quererse y cuidarse tanto o más que lo que
hacía con el otro/a. porque solo así, estando bien con él mismo, lograría que
el otro/ a estuvieran a gusto juntos.
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