Eso es,
por lo que cuentan, la expresión con la que habitualmente se despedía Antonio
Fraguas –“el Forges”-, que esta madrugada nos dejaba para siempre. 76 años
lúcidos y bien aprovechados.
Hay
quien siempre ha comenzado la lectura del diario en el que publicaba sus
viñetas por el chiste de Forges, después ya repasaba el resto de secciones
-nacional, internacional, economía, deportes y demás-. Con eso, ya se hacía una
idea de por dónde iban los tiros en este país.
Sus personajes
-Concha y Mariano, El Blasillo, sus orondos oligarcas, esos funcionarios anónimos,
esas amas de casa, los empleados agobiados, sus naúfragos, sus estudiantes sin muchas perspectivas
de futuro...- eran el retrato de una sociedad, la española, que campea como puede
la crisis (ésta, las anteriores o las que vengan), con una actitud casi filosófica.
Forges
no era un simple dibujantes, era un fotógrafo que -no sin ternura- nos ha
retratado a todos en algún momento. En sus dibujos nos hemos visto reflejados
todos: nosotros mismos, nuestros vecinos, nuestros jefes, nuestros compañeros de
barra de bar. Todo ello sin acritud, sin ganas de herir, pero sin quedarse nada
en el tintero.
Por eso
no es extraño que su manera preferida de despedirse fuera con un simple “Aquí
un amigo”.
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