Desde
adolescente recuerdo ir a aquella pequeña librería en la calle Zeón Pardo. Éramos
tantos en un sitio tan pequeño que aquello parecía una amasadora de sueños que
iban pasando de mente en mente, para que cada uno a su vez lo expandiera. Esta
tarde al pasar por allí, después de muchos años, frené mis pasos, a pesar de
que mis nietos aceleraban, y me vino a la mente las caras de tantos y tantos
compañeros y compañeras de luchas sociales desde movimientos cristianos a
grupos ácratas pasando por todos los que desde aquellas fechas hasta ahora han
ido cambiando, con más o menos acierto, muchas cosas que eran necesarias
plantearlas de otra manera. En aquel local la música de Jarcha, Víctor Jara,
Silvio Rodríguez y muchos más afines era la que ponía nuestros sueño al
descubierto: ”Habrá un día en que todos al despertar veamos una tierra que
ponga Libertad”. Y aquí el movimiento pensante se volvió en canción a la vez
que hizo a mi nieto Ram, de nueve años volverse hacia mí preguntando:
- ¿Y cuándo será
esto, abuelo?
– Lo será el día
que todos, incluyendo a los más pobres y miserables tengan una vida que
merezcan la pena ser vividas.
- ¡Así es,
abuelo! porque nadie es más que nadie, ¿verdad?
Alzando a mi
nieto en alto le dije:
- Muy bien, Ram,
¿dónde has aprendido eso?
Su respuesta me
hizo ver que algo de mis sueños han valido para algo. Esto fue lo que me dijo:
- Te lo he oído
a ti miles de veces, que todos, siendo como somos diferentes, somos iguales.
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