Piedras, rocas,
peñascos, montañas forman parte, entre otros, de la naturaleza. No hay mucha
vegetación. La flora casi no existe, y los animales que por ella se pasean
suelen ser salvajes, animales de rapiña. Lagartos y lagartijas, odiados en este
otro espacio desde donde nos situamos, y con un espacio natural casi igual al
de la naturaleza desértica podríamos decir que son animales de compañía.
Al igual que en
la naturaleza que vivimos hay trozos desérticos y lugares rocosos en esta que
hoy vemos los hay con pequeña vegetación y lugares con arenisca suave, que los
caminantes, bien andariegos bien perdidos, aprovechan para comer las viandas
que ellos mismos portan.
Y al igual que
María, la madre del Nazareno, a quien le atribuyen dotes de ubicuidad, de tal
manera que puede aparecer en las montañas del Carmelo junto al Pacífico que le
hace de cuna, ésta la puede encontrar en el desierto y más en concreto en las
montañas de Arizona donde de último a finales de los años 80 también se hiciera
ver y los vecinos la reconocieran como Nuestra Señora del Desierto. La
naturaleza es una, y aquí, como ya lo hemos reflexionado en otros posts, el
ajedrez con su simbolismo de blanco y negro se sigue imponiendo.
Zonas, pues,
pedregosas que, simbólicamente, nos recuerdan mucho de nuestras experiencias
humanas, pues, así como los huesos duelen cuando andamos por dichas regiones. Aunque
los huesos duelan se debe andar al igual que, aunque el alma se parta debemos
recoger los pedazos para que sean esos trozos quienes, hablando de nosotros,
recuerden nuestra firmeza y constancia ante los avatares de viento y de arena.
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