Son pensamientos
que le vienen a uno a la mente, sin orden ni concierto, al pairo de algo que
has escuchado o leído y que crecen en momentos que estas solo.
En la vida vamos
corriendo de un sitio a otro, a veces sin parar y cuando paramos lo hacemos a
la sombra de un programa televisivo. Pero en esa carrera que hago cada día
¿cuántas veces me paro a pensar? No vale
lo que me viene al pensamiento cuando voy en el autobús, o lo que se me ocurre
conversando con alguien. La cuestión es: de la misma forma que me paro para
comer y soy consciente que no estoy haciendo otra cosa, ¿me paro también para
pensar lo que he hecho durante el día, lo que he aprendido en aquella
conferencia que fui, la conversación que tuvimos hoy en la familia?
Hice la prueba y
me puse a pensar.
Y una primera
pregunta me vino a la mente: ¿Eres feliz? ¿Es que cuesta mucho conseguir tus
sueños? Buscar la Felicidad no es nada fácil. La vida no es un camino de rosas.
Unas veces estamos en la cuerda floja o al borde de un precipicio a punto de
caer. Y otras nos sentimos plácidamente cómodos como flotando en las aguas
serenas de una playa tranquila
Me doy cuenta
cómo en ocasiones la cabeza y el corazón me mandan mensajes contradictorios
entre los cuales no sé decidirme. Mi corazón me empuja a no callarme lo que
siento, mi cabeza dice que grite en silencio, que deje espacio, que el tiempo
todo lo cura. Sentimientos enfrentados... ¿hablar o no hablar?, ¿llamar o no
llamar?, ¿decir lo que siento o callar? En definitiva, ¿luchar por lo que
quiero o conformarme con lo que hay? Y si decido luchar... algunas veces. ¿Cómo
voy a hacerlo si esto es cosa de dos?
Sí. Merece la pena
dedicar tiempo conscientemente a pensar sobre uno mismo. Las conclusiones irán
tomando camino con serenidad y conciencia y sabiendo juntar cabeza que piensa y
corazón que siente.
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