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miércoles, 16 de octubre de 2019

¿A qué huelen las nubes?


Me contaba hace tiempo un experto en Ciencias de la Comunicación que, ya desde principios del pasado siglo, la historia de la Publicidad es la crónica de la evolución de los valores sociales. Los creativos publicitarios siempre han estado pendientes de los gustos y las aspiraciones -los miedos y las preocupaciones también- de los potenciales consumidores. Hay infinidad de literatura al respecto, naturalmente.

Quien más y quien menos ha esbozado una sonrisa repasando esos viejos anuncios, en la prensa española, de los años cuarenta y cincuenta, que ahora serían socialmente inadmisibles. En la memoria de todos han quedado eslóganes como “Spain is diferent”, “Cuate, aquí hay tomate” o las hojillas de afeitar que anunciaba Gila o las “matildes” de José Luis López Vázquez.

Pero los tiempos cambian, los valores sociales en la actualidad son otros. Hoy priman en la sociedad valores ecológicos, de defensa de la naturales, contra el cambio climático... También valores solidarios, de igualdad de sexos. Y poco a poco, esas claves de comportamiento van siendo utilizadas para inducir hábitos de consumo cotidiano.

En un mundo en el que consumir una determinada marca de cerveza da a entender que con ello salvamos la vida a las ballenas o que el uso de una concreta crema hidratante basta para proteger la capa de ozono, queda evidente lo poco que ha cambiado en realidad la naturaleza humana. Las posibilidades de ser manipulado permanecen intactas.

Será que el sentido crítico no es el más desarrollado en el ser humano.




viernes, 16 de febrero de 2018

Las Guerras 2.0

Desde Banjul, donde habitualmente vivía, el presidente de la asociación mundial de bancos les había convocado a una reunión urgente en el despacho del presidente del país más poderoso de la tierra. La reunión se haría en la casa de colores presidencial pues tenía que dar la impresión, no solo de que era una reunión política, sino que era el presidente quien mandaba blanco sobre negro.

El convocante era, digámoslo claramente, el jefe de la economía mundial. Es decir, el que en lugar de invertir los dineros que producía el pueblo con su trabajo, se los guardaba para no pasar necesidad durante el año y poder disfrutar de sus noches de verano y sus frecuentes excursiones a la caza de elefantes.

Como un reloj, a la hora y día señalados, allí se encontraron los cinco miembros del que, ellos llamaban, equipo mundial de gobernantes. El tercer miembro era la persona que llevaba la coordinación mundial de los sistemas de enseñanza a fin de evitar que la libertad de pensamiento y su pensamiento crítico navegaran con libertad por todo el planeta.

Y el cuarto era un tío sin ideología. Lo único que le importaba era que un día le pudiera disminuir el montante de su capital, pues sería prescindir de sí mismo, para lo cual, de los contratos que firmaba con empresas para la administración soplaba la factura con material no servido y se guardaba ese dinero.

La reunión fue en el despacho del presidente, el cual previamente había hablado por teléfono con su homónimo del país opuesto, pero económicamente fuerte. El convocante comenzó explicándoles el motivo de la reunión. Por una parte, su preocupación por el ritmo que estaba siguiendo la política de Parac, país situado en el continente africano, y que parecía tener tintes de seguimiento en los grandes países de su entorno. Se estaba dando un culto excesivo a la libertad de las personas y los pueblos a la hora de tomar decisiones sobre sus destinos, y ello estaba originando un clima de armonía y convivencia entre las gentes, dando importancia a aquellos espacios educativos, culturales y sociales que fomentaban la unidad, con lo cual el problema de un vecino dejaba de ser suyo para pasar a ser un problema del colectivo. Todo ello estaba originando un parón en nuestros negocios de manera que la productividad disminuía y consecuentemente nuestros beneficios.

- Por ello -concluyó el presidente-, hemos optado, y así nos lo aconsejan nuestros especialistas, por fomentar la guerra a través de la desunión; es la única solución para volver a donde empezamos y, aprovechando la situación de confrontación apoderarnos, como hemos hecho en otros países, de algunos de sus recursos naturales; por ejemplo: la producción de trigo tan necesaria para el fomento de nuestras cervezas. Será el primer paso para hacerlos nuestros, a cambio de préstamos y concesiones que a su vez aumenten los ingresos en nuestros bancos en virtud de los intereses que generen. Enviaremos como mecánicos de redes a nuestros pensadores a fin de que afilen sus mentes, de tal manera que solo quepan en ellas nuestras ideas de progreso a cambio de su trabajo con mayor número de horas y un simbólico aumento salarial. De esta forma este despacho seguirá siendo el pozo de la sabiduría de donde salen las decisiones trascendentales que han cambiado y volverán a cambiar, según nuestros intereses, la mentalidad de tantos ignorantes sueltos que juntos forman un gran peligro.

Entretanto el pueblo de Parac y regiones afines se habían hecho fuertes en la unidad vigilando cualquier agujero que la rompiese. ¿Lograrían los poderosos convertirlos en competidores enemigos unos de otros? Al menos se iban a encontrar con la apuesta fuerte hecha por los ciudadanos de no parcelarse en bandos alguno, pues dos cosas tenían claras: una, que las guerras se organizan en los despachos y los ciudadanos, somos los que las ejecutamos, cosa que no nos interesa. Y otra que la mejor respuesta es seguir, desde la escuela, fomentando entre nosotros el pensamiento crítico.

P.D./ Si insultas, si desprecias, si pides violencia contra los otros, si quieres la derrota y la humillación, si te consideras que tienes el derecho a pisotear, condenar, a que sufran y sientan dolor y miedo, a amargarles la vida… es que los fabricantes y los organizadores del odio han conseguido su objetivo.


domingo, 23 de abril de 2017

Cartas al Director

Toda mi vida he sido un apasionado de la información política. Me viene de familia. Mi padre era de esos que compraba un periódico por la mañana y otro por la tarde (el ABC y el Diario Pueblo, por cierto). En la actualidad, se hubiera dejado las pestañas ante la pantalla de un ordenador, saltando de una web a otra, hasta repasarse un montón de ediciones digitales.

Y yo, en gran medida, he mantenido suficientemente alto el pabellón familiar, no sé si con tanta ilusión, pero sí con la intención de mantenerme informado, para que nadie me diera gato por liebre.

Tampoco es cuestión de pecar de ingenuo. Cada medio de comunicación se mueve en la dirección del viento que mece su vela –y su vela es su negocio-. Así lo ha sido siempre y lo será. Recordemos que ha habido guerras (la de Cuba, por ejemplo) urdidas y potenciadas desde las editoriales y las primeras páginas de la prensa del momento.

Intuíamos que a determinados directores de influyentes medios de comunicación (los Indas y los Marhuendas de turno) les pierde la tentación de meter mano en política, pero no solamente por lo que dicen y escriben en sus publicaciones, si no por lo que callan y prefieren no contar sobre otros. No deja de ser ésta una forma más de manipular la verdad, de condicionar así la opinión de sus seguidores.


Y yo, humilde lector con vocación de “persona bien informada”, acabo ya cazando moscas, preguntándome si, para proteger mi salud mental, debería reducir esas dosis de información radioactiva que conscientemente intenta –y consigue- manipular mi opinión sobre hechos y personajes, hasta el punto de que, a la postre, ya da todo igual (ocho que ochenta…), porque me convierte de hecho en otro analfabeto funcional, incapaz de interpretar correctamente la realidad que me rodea.