Me contaba hace tiempo un
experto en Ciencias de la Comunicación que, ya desde principios del pasado
siglo, la historia de la Publicidad es la crónica de la evolución de los
valores sociales. Los creativos publicitarios siempre han estado pendientes de
los gustos y las aspiraciones -los miedos y las preocupaciones también- de los
potenciales consumidores. Hay infinidad de literatura al respecto,
naturalmente.
Quien más y quien menos ha
esbozado una sonrisa repasando esos viejos anuncios, en la prensa española, de
los años cuarenta y cincuenta, que ahora serían socialmente inadmisibles. En la
memoria de todos han quedado eslóganes como “Spain is diferent”, “Cuate, aquí
hay tomate” o las hojillas de afeitar que anunciaba Gila o las “matildes” de
José Luis López Vázquez.
Pero los tiempos cambian, los
valores sociales en la actualidad son otros. Hoy priman en la sociedad valores ecológicos,
de defensa de la naturales, contra el cambio climático... También valores
solidarios, de igualdad de sexos. Y poco a poco, esas claves de comportamiento
van siendo utilizadas para inducir hábitos de consumo cotidiano.
En un mundo en el que
consumir una determinada marca de cerveza da a entender que con ello salvamos
la vida a las ballenas o que el uso de una concreta crema hidratante basta para
proteger la capa de ozono, queda evidente lo poco que ha cambiado en realidad
la naturaleza humana. Las posibilidades de ser manipulado permanecen intactas.
Será que el sentido crítico
no es el más desarrollado en el ser humano.
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