lunes, 7 de octubre de 2019

Las rémoras del pasado


Acepto con cierta ilusión la invitación de una compañera de clase para ir a la fiesta familiar de su cumpleaños. Ella, casi siempre tristona y con cara sombría, sentía la experiencia de vivir en soledad. Por ello, entre otras cosas, cuidaba mucho su vestimenta y su comportamiento al principio en fiestas de este tipo, dado que la soledad en algún momento le hizo elegir los brazos equivocados, pues, no siendo su pareja mala persona, a ella le tocó conocer esa parte de él que le hacía daño. Sus amigos querían animarla pero no podían. No encontraron la forma adecuada, pues siempre tenía como una barrera en la puerta de casa: el pasado.

Desprenderse de las viejas rémoras: esa sería su primera tarea, salir de aquel círculo, desde que tomó conciencia de que si no suelta el pasado ¿con que mano iba a agarrar el futuro? Éste -pensó ella- podría ser el momento adecuado y se hizo el propósito de no desanimarse tras una caída, pues como dirijo alguien, nuestra mayor gloria no está en no caer nunca sino en levantarnos cada vez que caemos.



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