Cuando los nazis vinieron buscando
comunistas, guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a por los sindicalistas, no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi,
no había nadie más que pudiera alzar la voz”.
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a por los sindicalistas, no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi,
no había nadie más que pudiera alzar la voz”.
Esta es la traducción -un tanto libre-
el famoso poema de Martin Niemöller (1892-1984),
un sacerdote protestante alemán, víctima y testigo del ascenso de Hitler al
poder y de las dramáticas consecuencias del mismo. Originariamente, su autor lo
tituló como “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”. En nuestro país, por problemas de
traducción, durante mucho tiempo fue atribuido a Bertolt Brecht, quien lo había
transcrito en un artículo.
El nazismo murió con Hitler, pero
los comportamientos nazistas no. De un tiempo acá resurgen las actitudes xenófobas,
identitarias, excluyentes, suprimacistas… Muchas de ellas se camuflan con la
etiqueta de “demócratas”, dando apariencia de rechazo a los planteamientos
totalitarios.
En un mundo cada vez más complejo,
en el que las nuevas tecnologías de comunicación aparentan dar voz a la pluralidad
de opiniones nos encontramos, paradójicamente, un escenario de creciente
manipulación de la voluntad del individuo. Habrá que estar precavido y -como
dijo el poeta- aprender a distinguir las voces de los ecos.
Alguien dijo una vez que “la
Demagogia es la tarjeta de visita del fascismo”.
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