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jueves, 27 de junio de 2019

Buenas intenciones


La noticia es recogida en la mayoría de la prensa internacional. Un grupo de dieciocho millonarios norteamericanos han remitido una carta a los medios de comunicación en la que solicitan un incremento fiscal para las grandes fortunas. En esa carta reconocen el trato favorable a las grandes fortunas, en comparación con la media de sus conciudadanos. Ninguno de los firmantes pasa por ser un sospechoso bolchevique, ansioso de acabar con el capitalismo: la sobrina-nieta de Walt Disney, el contradictorio inversionista George Soros…

No son los únicos. Los integrantes de la asociación “Responsible Wealth” (Riqueza Responsable) -a la que pertenecen integrantes de las clases altas de la sociedad norteamericana, como médicos, abogados, ejecutivos de grandes empresas…- se posicionaron esta semana abiertamente en contra de la reforma impositiva que pretende llevar a cabo el presidente Trump en los próximos meses, y que conllevaran recortes de ingresos y de gastos en sanidad y educación, amén de la retirada de medidas que retrasarían el cambio climático.

En la actualidad, en Estados Unidos, el 42% de la riqueza del país se concentra en el 1% de los hogares norteamericanos.

Pero que no cunda el pánico. No es probable que iniciativas como las propuesta por los dieciocho millonarios o por los miembros de Responsible Wealth tengan la más mínima probabilidad de salir adelante. Se quedarán en los que es hoy: buenas intenciones.



jueves, 8 de noviembre de 2018

El fuero y el huevo

“La Justicia es lenta, pero inexorable” se dice una y otra vez. “Cuando la máquina de la Justicia se pone en marcha su acción ya es inexorable” repiten. Pero -a la vista está- esa lentitud es relativa. En el caso del impuesto de Transmisiones Patrimoniales sobre las hipotecas bancarias queda demostrado otro principio: “Con las cosas de comer no se juega”… siempre que quien coma sea la banca.

El impuesto de Transmisiones Patrimoniales es un impuesto transferido a las Comunidades Autónomas; el sujeto pasivo propietario del bien hipotecado y el banco que concede el crédito, el intermediario entre el recaudador y el pagador de ese impuesto. Todo claro.

El impuesto establece que debe pagarlo quien se beneficia del establecimiento de esta hipoteca. Y ese es el quid de la cuestión. La hipoteca crea y otorga al banco un nuevo derecho desde el momento que se establece: en caso de impago puede ejercitar una serie de acciones muy diferentes a las que podía ejercer en caso un simple impago entre particulares.

¿Por qué entonces hasta ahora nadie había movido un dedo para cambiar la interpretación de la ley?

No es así. Las asociaciones de consumidores, ciertos ayuntamientos, asociaciones de vecinos y más de un particular habían denunciado la “anómala” (vamos a dejarlo en eso) situación. De hecho, el Tribunal Supremo -el mismo que ahora se desdice- ha emitido y tres sentencias a favor de los demandantes. Sentencias firmes, irrevocables, con las que ya veremos cómo lidian en el propio tribunal.

El problema es otro. El problema es que la banca se veía venir un aluvión de reclamaciones (de un mínimo de 4.500. millones de euros -y eso sin contar posibles efectos retroactivos…-). Por eso no ha tardado en poner en movimiento toda su capacidad de influencia (poderes fácticos se llama a eso). Y no se ha tardado ni un suspiro en detener el sunami.

La banca lo quiere todo: el fuero (el derecho a escaquearse del impuesto) y el huevo (soltar la pasta que grava cada hipoteca concedida). Si hay que dejar en ridículo a todo un Tribunal Supremo se le deja.

Hoy, desde el ejecutivo, se anunciaba la intención de modificar algunos artículos de la Ley Hipotecaria (denunciada desde la Unión Europea como arcaica e injusta) para que, en adelante, sean los bancos quienes respondan ante las administraciones autonómicas del pago del impuesto. Pero no cantemos victoria. La banca se buscará la vida para repercutirlo a los consumidores. ¿Nos apostamos algo?


Como dicen en los juegos de azar… “la banca siempre gana”.


martes, 7 de noviembre de 2017

El que no corre vuela (The Paradise Papers)

Nuevamente, empresarios, cantantes, deportistas, políticos y, en este caso, hasta una reina (¡y qué reina, la reina más reina de todas las reinas!) aparecen en una de esas listas de gentes con dinero en paraísos fiscales. Recordemos que no es la primera lista. Y sabemos a ciencia cierta que no será la última.

No sé a vosotros, pero a mí me baja la moral –lo confieso- cada vez me cruzo con una noticia de éstas. Me asalta la pregunta de si yo me comportaría de modo tan insolidario si estuviera tuviera en mi mano esas posibilidades de evadir impuestos. La respuesta cínica diría que “la gente es honrada porque no tiene la alternativa de ser otra cosa”. Quiero creer que no.

Pero esas personas que pueblan las listas son, en muchos casos ejemplos para mucha gente, ídolos o, cuanto menos, envidiados por sus méritos o por su saber hacer; un “saber hacer” que al parecer se extiende más allá de la actividad que les ha hecho famosos y admirados.

Pero esos comportamientos insolidarios… ¿cómo calan en la gente? ¿Levantan rechazo, admiración, envidia? ¿Las tres cosas? ¿Ninguna?... porque una cosa es lo que se dice y otra lo que se piensa y lo que se hace. A Alguno de esos que aparecen en las listas les hemos oído quejarse de la insolidaridad de esta deshumanizada sociedad, más de uno -y de una- ha encabezado iniciativas y campañas solidarias, clamando contra la injusticia y cuya mera presencia resultaba ser un refuerzo moral para los organizadores y para quienes recibíamos el mensaje. Hasta pudiera ocurrir que a muchos de sus admiradores les sea indiferente. Total, dentro de poco, otros nombres de otras listas relevarán del ojo de huracán a los actuales sonrojados en los papeles.

¿Y ahora qué? ¿Asumimos que la hipocresía es un componente inevitable de la condición humana? ¿o apretamos los dientes, aprendemos a vivir sin líderes ni héroes –al menos sin los de las listas- y renovamos el compromiso con nosotros mismos?