Nuevamente, empresarios, cantantes, deportistas, políticos y, en este caso,
hasta una reina (¡y qué reina, la reina más reina de todas las reinas!)
aparecen en una de esas listas de gentes con dinero en paraísos fiscales.
Recordemos que no es la primera lista. Y sabemos a ciencia cierta que no será
la última.
No sé a vosotros, pero a mí me baja la moral –lo confieso- cada vez me
cruzo con una noticia de éstas. Me asalta la pregunta de si yo me comportaría
de modo tan insolidario si estuviera tuviera en mi mano esas posibilidades de
evadir impuestos. La respuesta cínica diría que “la gente es honrada porque no
tiene la alternativa de ser otra cosa”. Quiero creer que no.
Pero esas personas que pueblan las listas son, en muchos casos ejemplos
para mucha gente, ídolos o, cuanto menos, envidiados por sus méritos o por su
saber hacer; un “saber hacer” que al parecer se extiende más allá de la
actividad que les ha hecho famosos y admirados.
Pero esos comportamientos insolidarios… ¿cómo calan en la gente? ¿Levantan
rechazo, admiración, envidia? ¿Las tres cosas? ¿Ninguna?... porque una cosa es
lo que se dice y otra lo que se piensa y lo que se hace. A Alguno de esos que
aparecen en las listas les hemos oído quejarse de la insolidaridad de esta
deshumanizada sociedad, más de uno -y de una- ha encabezado iniciativas y
campañas solidarias, clamando contra la injusticia y cuya mera presencia
resultaba ser un refuerzo moral para los organizadores y para quienes
recibíamos el mensaje. Hasta pudiera ocurrir que a muchos de sus admiradores
les sea indiferente. Total, dentro de poco, otros nombres de otras listas
relevarán del ojo de huracán a los actuales sonrojados en los papeles.
¿Y ahora qué? ¿Asumimos
que la hipocresía es un componente inevitable de la condición humana? ¿o
apretamos los dientes, aprendemos a vivir sin líderes ni héroes –al menos sin los
de las listas- y renovamos el compromiso con nosotros mismos?
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