Una exigencia laboral que le
impusieron después de haber firmado el contrato y en su primera hora en el
trabajo fue la de dejar el número de su whasap al jefe, puesto que tenía el de
todos por alguna necesidad muy imperiosa. Al comentarlo con su compañero de
mesa más cercano percibió cierta ironía en su respuesta de “aquí ya no hay
urgente ni necesario, la vida es una carrera”. Su cuarto día en la empresa le
trajo otra sorpresa. Su jefe de departamento le manifestó su contrariedad
porque le había estado indicando una tarea a las siete de la tarde y el
teléfono lo tenía apagado. “Normal”, le dijo el trabajador. “Son horas que
suelo estar con mi novia y lo apago”. Y tuvo el coraje de añadirle “además
había terminado mi trabajo a las cuatro, una hora más de lo previsto”.
- Usted cobra por día
trabajado, y debe estar disponible a cualquier hora” y, sin dejarle responder,
abandonó aquel espacio, mientras el trabajador, dirigiéndose a sus compañeros
se quejaba:
- Y ahora, ¿vamos a tener al
jefe también en casa?”. Los demás le contestaron con una mirada resignada.
Pocos días después recibió un
whasap de su jefe indicándole lleve un ramo de flores a una dirección
determinada, con una tarjeta que dijera “Felicidades por tu cumpleaños. Tu
padrino N... (director de la compañía).
Y no se preocupe por el pago. Tenemos cuenta en esa floristería).
Nuestro protagonista se quedó
pensativo: “¿Pero, esto que es?”. No solo da urgencia a cosas que no la tienen,
sino que no son cosas laborables y utiliza el dinero y la fuerza de trabajo
para cosas diferentes. Si hago lo que dice cualquier día me manda a limpiar el
baño de su casa. Así que le contesto con otro whasap: “No se preocupe. Mañana a
las 9 (la hora de su entrada en el trabajo) estaré entrando en la floristería y
llevando el ramo a la dirección indicada. Téngalo en cuenta pues esa es la
razón de llegar tarde a mi puesto habitual de trabajo, que hoy usted ha
cambiado”. No tuvo repuesta alguna aquel whasap que él se la esperaba como un
enfado o amenaza. Pero Juanjo sabía lo que hacía y llevó su tarde normal, para
sus ratos libres, su novia, sus estudios… Eso sí, en algún que otro momento no
dejó de pensar en qué se iba a encontrar el día siguiente y anotó en su
cuaderno algunas cosas a recordar como “Se le está dando carácter de urgencia a
cosas que no la tienen”… “Me niego a estar en conexión permanente con la
oficina”,… “el trabajo tiene sus horas y ya está”... “además somos libres”…
¿Quién me tiene que obligar a estar en un grupo de whasap?...Y “mi vida privada
¿quién la respeta?” Encima que llevamos una época borrascosa, donde a nivel
laboral, -si bien es verdad que algunas nubes cubren a los empresarios-, sobre nosotros
se precipita la tempestad, los granizos y el trueno. Ya está bien de abrir más
heridas ahora desde la supremacía y el considerar al otro como un esclavo.
Todas estas cavilaciones se
las iba haciendo mientras salía a la mañana siguiente para el trabajo, pero con
una misión inédita. Realizada la cual, se presentó ante el director: “Misión
cumplida, jefe”. Esperando escuchar una reacción airada suya, se fue a su mesa
donde encontró un sobre con una nota sin firma donde se leía: “Recuerde que su
contrato tiene un tiempo de duración. Para poder renovarlo es necesario que en
todo momento deba estar al servicio de la empresa”.
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