sábado, 11 de noviembre de 2017

Tiempos Modernos

Una exigencia laboral que le impusieron después de haber firmado el contrato y en su primera hora en el trabajo fue la de dejar el número de su whasap al jefe, puesto que tenía el de todos por alguna necesidad muy imperiosa. Al comentarlo con su compañero de mesa más cercano percibió cierta ironía en su respuesta de “aquí ya no hay urgente ni necesario, la vida es una carrera”. Su cuarto día en la empresa le trajo otra sorpresa. Su jefe de departamento le manifestó su contrariedad porque le había estado indicando una tarea a las siete de la tarde y el teléfono lo tenía apagado. “Normal”, le dijo el trabajador. “Son horas que suelo estar con mi novia y lo apago”. Y tuvo el coraje de añadirle “además había terminado mi trabajo a las cuatro, una hora más de lo previsto”.

- Usted cobra por día trabajado, y debe estar disponible a cualquier hora” y, sin dejarle responder, abandonó aquel espacio, mientras el trabajador, dirigiéndose a sus compañeros se quejaba:
- Y ahora, ¿vamos a tener al jefe también en casa?”. Los demás le contestaron con una mirada resignada.

Pocos días después recibió un whasap de su jefe indicándole lleve un ramo de flores a una dirección determinada, con una tarjeta que dijera “Felicidades por tu cumpleaños. Tu padrino N... (director de la compañía).  Y no se preocupe por el pago. Tenemos cuenta en esa floristería).

Nuestro protagonista se quedó pensativo: “¿Pero, esto que es?”. No solo da urgencia a cosas que no la tienen, sino que no son cosas laborables y utiliza el dinero y la fuerza de trabajo para cosas diferentes. Si hago lo que dice cualquier día me manda a limpiar el baño de su casa. Así que le contesto con otro whasap: “No se preocupe. Mañana a las 9 (la hora de su entrada en el trabajo) estaré entrando en la floristería y llevando el ramo a la dirección indicada. Téngalo en cuenta pues esa es la razón de llegar tarde a mi puesto habitual de trabajo, que hoy usted ha cambiado”. No tuvo repuesta alguna aquel whasap que él se la esperaba como un enfado o amenaza. Pero Juanjo sabía lo que hacía y llevó su tarde normal, para sus ratos libres, su novia, sus estudios… Eso sí, en algún que otro momento no dejó de pensar en qué se iba a encontrar el día siguiente y anotó en su cuaderno algunas cosas a recordar como “Se le está dando carácter de urgencia a cosas que no la tienen”… “Me niego a estar en conexión permanente con la oficina”,… “el trabajo tiene sus horas y ya está”... “además somos libres”… ¿Quién me tiene que obligar a estar en un grupo de whasap?...Y “mi vida privada ¿quién la respeta?” Encima que llevamos una época borrascosa, donde a nivel laboral, -si bien es verdad que algunas nubes cubren a los empresarios-, sobre nosotros se precipita la tempestad, los granizos y el trueno. Ya está bien de abrir más heridas ahora desde la supremacía y el considerar al otro como un esclavo.


Todas estas cavilaciones se las iba haciendo mientras salía a la mañana siguiente para el trabajo, pero con una misión inédita. Realizada la cual, se presentó ante el director: “Misión cumplida, jefe”. Esperando escuchar una reacción airada suya, se fue a su mesa donde encontró un sobre con una nota sin firma donde se leía: “Recuerde que su contrato tiene un tiempo de duración. Para poder renovarlo es necesario que en todo momento deba estar al servicio de la empresa”.


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