“El niño cinco mil millones, -clamaba
Mario Benedetti- mucho antes de nacer ya tenía hambre, un hambre atroz, un
hambre vieja”. De estos niños poco se sabe. De los niños europeos todo se sabe,
todo se escribe y se cuenta. Si son de otros países, poco importa saber lo que
tienen o no, lo que hacen o dejan de hacer.
Como el sol que quema las
hierbas, así son las lenguas que no hablan o las que, hablando, esconden o no
dicen la verdad.
Y así sigue repartido el
mundo. En unos sitios los arenales están cubiertos de rosas, y en otros los
campos donde se cosechan los frutos para comer siguen estallando lo volcanes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario