De niño y adolescente vivió
junto al mar. El azul del cielo y el del mar unidos, su horizonte, era ventana desde
donde todo se veía. Cuando tenía dudas se asomaba a la ventana de su casa y el
horizonte, siempre más allá de la frontera, le daba una respuesta. Ya mayor,
solo, sus hijos liados con sus ocupaciones, ha optado por una residencia de
acuerdo a sus posibilidades económicas. Es libre, sí. Pero para ver el mar y
abrir su mente hacia el horizonte tiene que cerrar los ojos.
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