Parece un estribillo que, de
una forma u otra, nos repetimos en nuestros post ya sean de reflexiones o de
historias... y es que una de las maneras de aprender a ser nosotros mismos es a
través de los demás. No son solo nuestros padres y nuestros familiares cercanos
sino sobre todo los cientos de personas con las que nos encontramos en nuestra
infancia y sobre todo en nuestro desarrollo adolescente.
Pero al mismo tiempo los
demás puede ser la mayor dificultad para el logro de nuestros ideales o,
simplemente, de nuestras esperanzas. Que los demás puedan influir en nosotros
no significa que tengamos que ser repetidores de lo que hacen, dicen o o
piensan. Al final no será lo que los otros quieren que seamos, si no lo que
nosotros queremos de nosotros mismos.
No se puede vivir preocupado
por lo que otros piensen de mí: "Los ojos de los demás son nuestras
cárceles, sus pensamientos nuestras jaulas". Es una reflexión de Virginia
Woolf que sabía lo que se tenía entre manos al ser protagonista en una sociedad
dominada por los hombres y donde la mujer no tenían ningún papel relevante.
Confianza en sí mismo.
Aceptarnos. ¿Me quiero de verdad? ¿me quieren de verdad? El verdadero amor no
pone condiciones. Es el que acepta a los demás tal como son. Dado que vivimos
rodeados de gente por todas partes, no solamente vamos a encontrarnos con lo
positivo que ellos nos pueden enseñar sino también con las críticas que nos
puedan hacer. Nadie nos va a librar de ellas como los demás tampoco se libran
de las nuestras. Aristóteles, el gran filósofo, contaba así el truco que él
tenía para evitar la crítica: "solo hay una manera para evitar las
críticas: no hacer nada, no decir nada y no ser nadie.
Nadie dijo que el camino
hacia la autenticidad fuera fácil. Eso sí, empieza ya, ahora. No lo dejes para
mañana. Tu tiempo, el mío y el de todos
es limitado.
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