Desde Banjul,
donde habitualmente vivía, el presidente de la asociación mundial de bancos les
había convocado a una reunión urgente en el despacho del presidente del país
más poderoso de la tierra. La reunión se haría en la casa de colores
presidencial pues tenía que dar la impresión, no solo de que era una reunión
política, sino que era el presidente quien mandaba blanco sobre negro.
El convocante
era, digámoslo claramente, el jefe de la economía mundial. Es decir, el que en
lugar de invertir los dineros que producía el pueblo con su trabajo, se los
guardaba para no pasar necesidad durante el año y poder disfrutar de sus noches
de verano y sus frecuentes excursiones a la caza de elefantes.
Como un reloj, a
la hora y día señalados, allí se encontraron los cinco miembros del que, ellos
llamaban, equipo mundial de gobernantes. El tercer miembro era la persona que
llevaba la coordinación mundial de los sistemas de enseñanza a fin de evitar
que la libertad de pensamiento y su pensamiento crítico navegaran con libertad
por todo el planeta.
Y el cuarto era
un tío sin ideología. Lo único que le importaba era que un día le pudiera
disminuir el montante de su capital, pues sería prescindir de sí mismo, para lo
cual, de los contratos que firmaba con empresas para la administración soplaba
la factura con material no servido y se guardaba ese dinero.
La reunión fue
en el despacho del presidente, el cual previamente había hablado por teléfono
con su homónimo del país opuesto, pero económicamente fuerte. El convocante
comenzó explicándoles el motivo de la reunión. Por una parte, su preocupación
por el ritmo que estaba siguiendo la política de Parac, país situado en el
continente africano, y que parecía tener tintes de seguimiento en los grandes
países de su entorno. Se estaba dando un culto excesivo a la libertad de las
personas y los pueblos a la hora de tomar decisiones sobre sus destinos, y ello
estaba originando un clima de armonía y convivencia entre las gentes, dando
importancia a aquellos espacios educativos, culturales y sociales que
fomentaban la unidad, con lo cual el problema de un vecino dejaba de ser suyo
para pasar a ser un problema del colectivo. Todo ello estaba originando un
parón en nuestros negocios de manera que la productividad disminuía y
consecuentemente nuestros beneficios.
- Por ello
-concluyó el presidente-, hemos optado, y así nos lo aconsejan nuestros
especialistas, por fomentar la guerra a través de la desunión; es la única
solución para volver a donde empezamos y, aprovechando la situación de
confrontación apoderarnos, como hemos hecho en otros países, de algunos de sus
recursos naturales; por ejemplo: la producción de trigo tan necesaria para el
fomento de nuestras cervezas. Será el primer paso para hacerlos nuestros, a
cambio de préstamos y concesiones que a su vez aumenten los ingresos en
nuestros bancos en virtud de los intereses que generen. Enviaremos como mecánicos
de redes a nuestros pensadores a fin de que afilen sus mentes, de tal manera
que solo quepan en ellas nuestras ideas de progreso a cambio de su trabajo con
mayor número de horas y un simbólico aumento salarial. De esta forma este
despacho seguirá siendo el pozo de la sabiduría de donde salen las decisiones
trascendentales que han cambiado y volverán a cambiar, según nuestros
intereses, la mentalidad de tantos ignorantes sueltos que juntos forman un gran
peligro.
Entretanto el
pueblo de Parac y regiones afines se habían hecho fuertes en la unidad
vigilando cualquier agujero que la rompiese. ¿Lograrían los poderosos
convertirlos en competidores enemigos unos de otros? Al menos se iban a
encontrar con la apuesta fuerte hecha por los ciudadanos de no parcelarse en
bandos alguno, pues dos cosas tenían claras: una, que las guerras se organizan
en los despachos y los ciudadanos, somos los que las ejecutamos, cosa que no
nos interesa. Y otra que la mejor respuesta es seguir, desde la escuela,
fomentando entre nosotros el pensamiento crítico.
P.D./ Si insultas,
si desprecias, si pides violencia contra los otros, si quieres la derrota y la
humillación, si te consideras que tienes el derecho a pisotear, condenar, a que
sufran y sientan dolor y miedo, a amargarles la vida… es que los fabricantes y
los organizadores del odio han conseguido su objetivo.
Anoche me encontré con un antiguo comunista que me comentaba la necesidad de derramar sangre si queríamos solucionar la situación política de España y de los españoles.
ResponderEliminarAl parecer hay todavía gentes que no han aprendido la secuencia humana de los que se suben o subimos al poder.
La violencia para resolver situaciones ha demostrado su fracaso.
¿Qué hacer?
Nadie lo sabe, pero yo me desido por la postura aparentemente de fracaso de devolver bien por mal. El hombre que lo vivió hasta las últimas consecuencias me da la razón. Una postura mira ala muerte, la otra a la vida.