Fue como una
carta que me llegó de la Luna. Me invitaban a tomar decisiones personales en
torno a un proyecto internacional. Evaluarlo y calificarlo, según mis
perspectivas, y retándome a presentarme a su coordinación. Al fin de cuentas era un hombre afortunado.
Tenía casa, familia, estudios recién hechos, a punto de conseguir trabajo.
Preparadas varias instancias en torno al mismo tema, llegó la sorpresa un día.
“Hemos leído su currículo de pasada y corriendo, porque lo que nos llamó la
atención fue esto: Fecha de nacimiento 20.01.1985. Fecha de respuesta a su carta:
20.01.1918. Son datos que no suelen coincidir”. 25 años no más y estaba siendo
convocado para un proyecto de coordinación de movimientos de tiempo libre en
toda España extensivo a Europa. Casi ni había recibido la titulación de
Educador social.
Lleno de alegría
corrí a comunicarlo a mis padres. Si alguien había tenido mérito en esta
aventura era ellos. Por el camino mil cosas me venían a la mente que las decía
en voz alta: “Mi padre ha hecho por mí como si lo estuviera haciendo por sí
mismo. Más que unos padres han sido mis amigos, lo cual me quitó el miedo de
consultarles cualquier cosa“, y lo más importante es que mis padres no me lo
han dado todo hecho, siempre en cada momento colocaban alguna responsabilidad
sobre mis hombros. Sabía que el presentar mi currículo y expectativas era una
tarea nada fácil; pero empujado por mis padres que, sabiendo de mis
posibilidades, me decían hay que sudar la camiseta si se quiere ganar el
partido. Es la mayor riqueza que he recibido de mis padres: darme siempre ideas
constructivas. Y esa filosofía de la vida que me han dado ellos será sin duda
la que yo saque a flote para realizar el proyecto para el cual me han
contratado.
Un abrazo
grande, emocionado y lleno de sentimiento, de esos que nunca se olvidan fue el
encuentro con mis padres, a quienes ya les había llegado las noticias por el
chismoso de mi hermano. Ellos, mis padres, han sido, son y serán el noray de mi
vida, los que en todo momento me han dado la seguridad de estar bien anclado en
el fundamento de las cosas.
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