El sol brillaba con fuerza y caía
de lleno sobre su cuerpo cubierto solo con un bikini. Al lado su amigo Juan,
tapado con una toalla, quería evitar que los rayos solares le enrojecieran. Su
cuerpo, sin embargo, se balanceaba de un lado a otro procurando en cada
movimiento quedar más pegado a ella.
En uno de esos movimientos
deslizó una mano hacia su cuerpo y los bordes de las palmas de sus manos se
juntaron. La marea subía poco a poco y las salpicaduras de cloro rociaron sus
cuerpos. Deslizando su mano derecha sobre la cintura de ella, al tiempo que
sacudía el agua de su piel la atrajo suavemente hacia sí. Era la primera
vez que sentían ambos el calor corporal uno del otro. Era además la hora de la
siesta y sentían estar saboreando un dulce postre.
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