Putos viejos. Los adoro. Los
admiro. Los amo. Hoy siembran las calles españolas de furia y de baba y de gritos y de ese 'after shave' de garrafón que gastan,
me cago en diez. Miro las imágenes y las disfruto como en una película épica.
Las permanentes recias con que esas señoras se adornan la cabeza son esculturas
heroicas. Señoras que según el sistema no contribuyeron, como mi abuela, porque
solo dedicaron su vida laboral a cocinar gratis, a limpiar los altillos gratis,
a fregar el suelo gratis, a lavar la ropa gratis, a planchar la ropa gratis, a
cuidar gratis. Señoras que convirtieron el amor, esa materia no monetizable, en trabajo santo y gratuito. Señoras que realizaron toda su
vida cálculos matemáticos complejos, operaciones económicas que deberían
sonrojar a los economistas pijos, esos que dicen que esto no es sostenible
mientras sostienen el pito de la banca. Señoras ignorantes y sencillas que sin
embargo consiguieron alargar el sueldo del marido currante hasta el día 30 y
todavía mandaron a algún hijo a estudiar.
Aprended de esas señoras, economistas,
políticos altivos y despreciables. Aprended de esas señoras a las que habéis condenado
mil veces a la precariedad o la ruina y que hoy se levantan con sus maridos
para exigiros lo que les corresponde y lo
que nos corresponde a todos. Aprended de esas señoras que han
soportado la carga que les colgasteis cuando los bancos nos estafaron. Aprended
de los putos viejos, que han salvado la vida de millones de familias españolas
contra viento y mareos. Vosotros, que presumís de cuadrar las cuentas del mismo
país que expoliáis, aprended de esas jodidas señoras cómo sobrevivir a la
austeridad. Ellos consiguieron salvar a sus familias con una pensión minúscula.
Son ellos quienes deberían ocupar los ministerios de Economía y Hacienda.
Ellos, y no vosotros, saben salvar una casa y un país.
Los amo. Los amo de
verdad. Mi yayo Juan sorteó las ruinas de la posguerra en una bicicleta y trajo
con esa pobre bicicleta la prosperidad a su familia. Mi abuela Pepita convirtió
el sueldo miserable de mi abuelo pescador en el sustrato sobre el que mi padre
estudió su carrera de biológicas. Ellos son los protagonistas del auténtico
milagro económico con
que vosotros, miserables, endiosasteis a Rodrigo Rato.
Os voy a decir lo que quiero y que la
Fiscalía evalúe si estoy amenazando. Yo quiero que la furia de los jubilados
precarios arrase
vuestras pensiones vitalicias y,
sobre todo, vuestros cargos en consejos de administración de bancos. Quiero que
entren como una turba revolucionaria en vuestros despachos y os arranquen los
pantalones. Quiero que por el camino arranquen
también las puertas giratorias por
las que entregáis a la banca el futuro de nuestra generación, que es el
presente de la suya.
Cómo no voy a sentir
adoración por estos putos viejos. Yo seré un puto viejo, si la vida lo permite,
pero estos viejos son mejores que yo. Estos viejos conocieron la posguerra.
Trabajaron duro mientras vuestros padres iban en pantuflas, convirtieron la
ruina en prosperidad, lucharon
a colon partido para que España tuviera pensiones dignas y seguridad social y prestación
por desempleo. Vosotros os atribuís el mérito. Ellos son los autores. Millones
de viejos vivos y muertos, con su trabajo ciego y constante. Ahora queréis
cargaros su obra. Sois
la nueva guerra.
Durante años se manifestaron los putos viejos
en la puerta de Bankia, que les había robado con las preferentes y ahora
ofrece planes privados de pensiones. Cuando yo pasaba por allí
y los veía solos y helados con sus pancartas entre el trasiego de la gente
ocupada, me acercaba para darles alguna palabra. Sentía vergüenza cuando les
hablaba, como
la de una adolescente ante su icono pop. La grandeza de esos 20
viejos cabreados me superaba. La grandeza de los viejos de hoy, sencillamente,
me mata.
Y sé que hay otros viejos,
más cansados, a los que habéis conseguido engañar. Les habéis metido vuestra
propaganda hasta en el vaso donde dejan la dentadura postiza. Les habéis hecho
creer que sois vosotros, ralea ladrona, quienes los defienden de los bárbaros
que golpean las murallas. Bien: para
esos viejos también lanzo mi apoyo. Las pensiones están cayendo
para todos, para los heroicos y los burlados. Basta que haya uno que se dé
cuenta del birlibirloque para salvar el mundo.
Sois mis héroes, y cuando sea mayor, espero
convertirme en puto viejo yo también.
Juan Soto Ivars
elconfidencial.com
Muy bueno!!!
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