No, no son ya ni una ni dos las empresas que en nuestro país optan por reducir la jornada laboral de sus trabajadores sin reducir por ello los salarios abonados. Cierto que aun es noticia digna de ser reseñada en los medios de comunicación.
Está muy cerca la crisis pasada (si es que terminará de pasar algún día) como para que nos suene lógica la solución adoptaba por estas empresas. Y, sin embargo, tiene toda la lógica del mundo. Se suponía en base a la teoría económica -esa ciencia estudiada en universidades- que a eso habríamos de llegar algún día. No todos los sectores, no todas las empresas del mismo sector no todos los países, no… y no todos al mismo tiempo, pero, tarde o temprano había que llegar.
Los economistas siempre nos han hablado del aumento de la productividad como un hito imprescindible para que ese futuro “idílico” y liberador acabe plasmándose en hechos concretos -bienestar, tiempo libre, condiciones laborales…-. Esa productividad, en muchas ocasiones fruto del acelerado cambio tecnológico, ya es un hecho. No es una utopía.
En países desarrollados, como Finlandia o Suecia, primero en el sector público, pero poco a poco en el privado, las jornadas laborales comienzan a reducirse, sin merma en la retribución de los trabajadores. Curiosamente, la productividad lejos de disminuir ha aumentado.
Tiempo al tiempo. Esto acaba de empezar y va para largo… pero va.
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