Hace ya mucho tiempo que la
mayor organización internacional hecha para mantener la paz y la seguridad en
el mundo, anunció la imperiosa necesidad de reformar el sistema agrícola parar
de comer a la multitud de personas hambrientas que existían en ese momento.
Todos reunidos estuvieron de
acuerdo en dedicar una gran parte de su producción para ello. Congregados en un
solemne salón, se sacaron la foto -que fue publicada en todos los medios
internacionales-, quedaron como buenísima gente y se despidieron muy pagados de
sí mismos.
No hace mucho, esos mismos
países han vuelto a reunirse y han acordado que en el 2030 todo el mundo podrá
meter la cuchara en el plato y alimentarse lo que fuere necesario. Han
prometido también ser eficaces ante los más necesitados, en especial los
lactantes y demás gentes en situación de vulnerabilidad.
Pero hoy la realidad es que
aun 820 millones de personas (¡se dice pronto!) siguen en situación precaria.
Muy poco porcentaje de los presupuesto comprometidos han sido implementados.
Les toca, pues, poner los
medios para que la foto que se han hecho tenga la dignidad necesaria. Y al pueblo
soberano nos toca exigir acciones humanas y de conciencia que vayan cambiando y
transformando esta mugre colectiva en una sociedad igualitaria, desde el norte
hasta el sur y desde el este hasta el oeste.
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