Cuando llegan estás fechas cierto que hay miles de miles de deseos que se acumulan en nuestra imaginación y que quieren convertirse en realidad. Deseos no solo para nosotros sino para toda la gente. Y no solo deseos: potenciar realidades y potenciar, asimismo, las pequeñas aun realidades que van cuajando lentamente y el consiguiente agradecimiento para quienes han conseguido ponerlas en pie frente a viento y marea.
Sí. Son muchas las cosas que ya hemos conseguido, pero más aun las pendientes, incluso donde menos se espera. En los Estados Unidos de Norteamérica más de 600.000 estadounidenses -por citar al país presuntamente más rico del mundo- no tienen casa propia y viven muy por debajo de niveles propios de la miseria. Algo falla en la distribución de la riqueza, incluso allí conde parecería imposible suponerla.
Sin embargo, en la mayoría de las mesas del comedor nuestras casas -otro ejemplo de economía del llamado Primer Mundo- hay abundancia hasta un punto absolutamente obsceno, frente a miles de personas que mueren de hambre todos los días.
En un mundo donde se dejan caer bombas en ciudades de barrios pobres de ciudades, allá en países en conflicto, destruyendo las pocas escuelas y hospitales que quedan en pie ¿Qué sentido tiene fijar la atención en disputas de segundo nivel que a veces copan la atención en nuestras sociedades opulentas?
Y por citar otra historia que no sería la única vemos con satisfacción que tenemos tiempo libre y nos divertimos leyendo paseando yendo al gimnasio
Nos sobra tiempo. Lo malgastamos en aspectos frívolos, sin percatarnos de que la inmensa mayoría de las gentes de este planeta no ha tenido, tiene ni tendrá en su vida la capacidad de acceder a un libro o a una película. No va a tener la oportunidad de disfrutar de un bien cultural. A diario ha de preocuparse primero de sobrevivir.
Pero necesitamos aprender a valorar esos aspectos positivos, por mínimos que nos parezcan. Valorar la solidaridad de personas y las organizaciones que trabajan a favor de obra.
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