(Reproducción del artículo de Juan Carlos Ortega el pasado 12 de enero, en El Periódico de Barcelona)
Lo que voy a contarles es muy trágico. Me consuela saber que a ustedes puede pasarles lo mismo. No me interpreten mal; no disfruto con el sufrimiento ajeno, pero a algo tengo que agarrarme para no sentirme terriblemente aislado.
Todo empezó hace meses. Los pactos, las alianzas, Podemos, PSOE, ERC, ya saben, todo eso. En la radio no hablaban de otra cosa, y cuando me asomaba a internet, la mayoría de mis contactos opinaban sobre ese asunto. Así que, poco a poco, me fui interesando. Tanto que dedicaba mucho tiempo diario a estar informado, a ver noticias, a leerlas, a debatir con mis amigos qué podría ocurrir y qué no.
Ahora todo ha terminado. Ya hay gobierno y debo empezar a pensar de nuevo en mis cosas. El problema es que las he olvidado. De tanto estar interesado en la investidura, ya no recuerdo qué me interesaba antes, tan solo unos meses atrás.
Y lo he intentado. He cerrado los ojos con fuerza y me he dicho a mi mismo: “Tienes que recordar, has de volver a ser el que eras. ¿Qué te gustaba, con qué disfrutabas?”. Pero no hay manera. Por mucho que lo intento, mi memoria está desactivada.
Anoche salí a la calle y miraba por todas partes. Tenía la esperanza de ver algo que llamara mi atención, algo que me recordara lo que yo había sido antes, los asuntos que me fascinaban. Miraba una moto aparcada y me decía: «¿te gustaban las motos, acaso?». No sabía qué responderme. Una chica pasaba por la calle y yo, de reojo, miraba su forma de caminar. ¿Me gustaban las chicas? Tampoco podía estar seguro de ello.
Ha sido mucho tiempo dedicado a Sánchez, a Iglesias, a Junqueras, a Irene Montero, muchas horas en las que en mi cabeza solamente estaba en ellos. Y de tanto estar en ellos, dejó de estar en mí. He olvidado todo, y créanme que es algo terrible.
Hace un momento he telefoneado a un gran amigo. Le he preguntado si le pasa a él lo mismo y, para mi asombro, me ha respondido que no sabía quién era yo. El pobre está en una fase más problemática. Incluso ha olvidado a las personas de su entorno.
Incluso yo mismo empiezo a olvidarlas. Teresa, la magnífica editora de EL PERIÓDICO, me envió hace media hora un mensaje diciéndome: «Juan Carlos, ¿te acuerdas de enviar el artículo?». He estado a punto de responderle: ¿Quién eres, qué artículo? Por suerte, he reaccionado a tiempo y he podido ponerme a escribir esto.
Ahora mismo, cuando termine, voy a releer los artículos que he escrito hace tiempo. Tal vez ellos me puedan dar una pista de qué cosas me interesaban antes. Me suena que la ciencia me entusiasmaba, pero lo cierto es que no puedo estar seguro del todo.
¿Les pasa a ustedes lo mismo? Si es así, tengan el consuelo de saber que no están solos. Por si no ignoran lo que están haciendo, les recuerdo que esto que están leyendo se llama El Periódico. Salgan a la calle e intenten volver a su vida de antes. Ojalá lo logren. Yo estoy, como dijo el gran Goytisolo, en el camino.
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