Hace años, Carlos Mejías Godoy y los de Palacagüina hicieron popular esta canción dedicada al pequeño país centroamericano. Y poco más tarde, antes de llegar a los ochenta, Nicaragua se convirtió en santo y seña de lo que un país tiene que hacer con su desino sin esperar que venga nadie de fuera a solucionárselo. Y lo logró gracias a la lucha de un pueblo que desafió a la tradicional familia Somoza, respaldada por EEUU, e hizo historia ganando una revolución que llenó de esperanza al continente latinoamericano y a buena parte del mundo.
Aquella revolución, impulsada
por el Frente Sandinista, generó un potente movimiento posterior que aglutinó a
numerosas personalidades e hicieron frente a un proceso de reconstrucción
nacional con el que mucha gente simpatizamos.
Gente cercana. Recuerdo a Ángel
Arznáiz, un dominico comprometido y sensible, se embarcó en la aventura de
solidaridad con Nicaragua, sumándose así a la gran cantidad de personas que
apostó por aquel primer gobierno de concentración. Hace poco hemos tenido en
España a Sergio Ramírez (Premio Cervantes) que fue vicepresidente del gobierno
con Daniel Ortega y que dedicó el premio a quienes acababan de morir asesinados
por las fuerzas del orden.
Ernesto Cardenal salió de su
Comunidad de Solentiname para ejercer de ministro de Cultura y su hermano
Fernando ostentó la cartera de Interior. La Teología de la Liberación se estaba
haciendo carne entre cafetales, cooperativas, procesos de alfabetización, no
sin regañinas del Papa a quienes estaban asumiendo tareas de gobierno.
La evolución de este cambio
tan importante en el país y en la zona se ha tropezado con la obsesión de
algunos dirigentes por perpetuarse en el poder. Y, de nuevo, las calles de
Managua y las principales ciudades de Nicaragua han acogido las protestas que
los cuerpos y fuerzas del Estado reprimen con balas. Los resultados son decenas
de muertos, sobre todo jóvenes.
La familia Ortega -amarrada a
la soga del poder y sin querer perderlo pues ahora ya no importa el bienestar
del pueblo sino el enriquecimiento de unos pocos- sigue los pasos del anterior
clan Somoza, acusados de estar al frente de una dictadura, Una vez más la
alegría duró poco en la casa de pobre...
Ernesto Cardenal, a sus noventa y tres años, ha vuelto a salir en
defensa de su Nicaragua, Nicaragüita, diciendo: "Durante muchos años yo
había estado teniendo una oración tomada de uno de los Salmos: Señor, haz que
volvamos a ser lo que fuimos. ¡Y he sido oído! Y tiene razón, el pueblo de
Nicaragua -el pueblo, insisto- ha recobrado la voz y tiene claro que las
revoluciones no se hacen para cambiar una dinastía de dictadores por otra.
El poder, el dinero, el
enriquecimiento a costa de los demás, sigue siendo la tónica de los que ya
estaban ¿y de los que llegan? Por eso, ni en Nicaragua, ni en las islas
Canarias, ni en cualquier parte del mundo, debemos olvidar que somos nosotros los que
elegimos a los que nos gobiernan, ¡cuando lo hacen mal no vale aquello de decir
“ya cambiaran”! Habrá que tirar, y con conciencia, las papeletas usadas con
sus nombres al club de la basura.
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