Añoro cuando me leía un libro por semana. Ahora tardo mucho
más. No he dejado de leer, pero utilizo mucho el medio digital. El libro de
papel me dura las dos y tres semanas y el mes. Y no me gusta mucho la
idea. Me gusta saber quitarle una hora al día y ponerme tranquilo en el sofá de
casa leyendo una novela, sobre todo una novela, algo que cuele en la
literatura, que pueda volver la página con mis manos, que tenga mis huellas,
que no tenga que teclear, y estar sentado derecho en una silla ante una
pantalla. Pero las ideas van por un camino y la práctica por otra.
Parece que hoy se lee menos, de los libros de siempre. Y
despacio, porque en el medio digital siempre se lee más deprisa, y con
frecuencia nos quedamos en los titulares, y en artículos, y en noticias de
prensa. Pero por mucho libros digitales que haya son pocos los que los leen en
el ordenador. Los más, los imprimen. Y luego se nos cae de las manos esos
volúmenes inmensos de folios que muchas veces no sabemos ni como grapar… y en
estos últimos tiempos ha aparecido la tablet que ha venido a solucionar lo
dicho anteriormente. Con ella puedes leer o escribir en la guagua.
Se ha estado advirtiendo de que la lectura podía
desaparecer. Se decía que por no tener paciencia. No, yo creo que por vivir
deprisa. Que no es lo mismo. Y leer un libro, sentarnos a ello, nos pone en la
tesitura de tomarnos la vida con más calma.
Las nuevas tecnologías hacen que veamos y nos enteremos de
las cosas más deprisa, pero también más deprisa las olvidamos. Somos esclavos
de lo visual, de la prisa, del movimiento. Y leer un libro requiere lo
contrario, por eso también seríamos más libres cuanto más leamos. Además un
trozo literario, disfrutado, leído con calma, nos enseña a comprender mejor el
mundo, la realidad, la historia, los sentimientos, a nosotros mismos pues en
algún personaje casi siempre vemos algún parecido. Tenemos días libres en
semana santa, en verano, en navidades Que no sean solo para comprar, que también
podamos invertirlos en leer. Porque entre otras cosas los libros nos ayudan a
pensar. Por cierto, admiro a los que veo en el metro o en el autobús, aunque
sea de pie, leyendo un libro. No soy capaz de concentrarme en esos sitios. Me
gusta más ir mirando el ambiente, o algo distendido contemplando las calles. Y
para leer un libro hay que saber leer. En algunos pueblos todavía hay
analfabetos, y en los colegios de hoy no sé si se estará motivando, con
ejercicios prácticos, la lectura de uno y más libros, y su puesta en común. A
mí esa práctica me vino guay, muy guay.
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