martes, 24 de noviembre de 2020

Los malos modos

Me enseñaron de pequeño que, llegado el momento, tan importante es en la vida saber ganar como saber perder; que es en esas circunstancias de la vida cuando se revela la verdadera naturaleza de la gente. Y pensaba yo, ingenuamente, que los que nacen en cuna caliente y se educan en buenos colegios tienen parte de camino hecho para cuando llegue mal dadas. Pero hete aquí que no. Y la cosa no quedaría más que en una cuita personal de no ser que el protagonista no es si no el presidente de la ¿primera? Potencia mundial, el señorito Donald Trump.


Ahora sabemos -por si no lo tuviéramos claro ya- que aquel eslogan que tan famoso se hizo, “America first”, no era en realidad sino un “Me & I first” (traducido al castellano vulgar: “Primero yo, luego yo y siempre yo”), un canto al egocentrismo de quien se piensa tocado por el dedo de los dioses.


Y todo eso en la que se supone la Democracia más fuerte del planeta, un ejemplo para todos los países. Ahora su presidente, cual tortuga bocarriba, patalea y patalea, mientras inventa conjuras increíbles para justificar su reticencia a reconocer la derrota en las urnas. Mal ejemplo. Él, que presume de perseguir las dictaduras populistas allá donde las haya, demuestra que los rasgos autoritarios no son solo propios de políticos de países tercermundistas.


¡Quién sabe! A  lo mejor no es más que las consecuencias de una infancia de niño rico y millonario consentido, que estuvo en el sitio adecuado en el momento oportuno, pero que nunca aprendió que la educación -la verdadera educación- no se compra con dinero.


Donald Trump


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