Me comentaba ayer un amigo de
unos 50 años que tenía que plantearse mejor su futuro. Divorciado, pero amigo
de su ex, y siempre muy unido a su hijo, ya independiente. ¿Qué hacer, dónde
vivir? ¿Apuntarse en el IMSS? etc., etc.
Le comenté que esas
preocupaciones son inútiles ahora.
- Mira yo -le dije-. Me jubilé
con antelación a los 63 años. Y a los tres meses me detectaron y diagnosticaron
Parkinson. Eso cambió radicalmente todos mis planes. No se puede planear el
futuro de la forma que tú quieres. Porque de no ser como habías planteado la
decepción será como un martillo que te golpea y nosotros, en la mayoría, de las
ocasiones dejamos entrever que somos de cristal... Pues imagínate la decepción
te romperá a cachos.
Conversamos mucho tiempo
sobre tema y por mí parte compartí con el mi convicción de que la clave de
nuestro futuro, sea cual fuere nuestra edad, está escondida en nuestra vida
diaria.
Es lo que hacemos, vivimos y
planeamos en el ahora y no desesperarnos. Y que hemos de confiar en el tiempo –“tiempo
al tiempo” decimos muchas veces- que, como decía Cervantes, suele dar dulces
salidas a muchas amargas dificultades.
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